La FIFA manda en todo el mundo y su palabra es literalmente la ley.
Cualquier país que quiera ser anfitrión de la Copa del Mundo debe prometer de antemano que no cobrará impuestos a la FIFA ni a ningún organismo que actúe en su nombre.
Este privilegio coloca a la federación por encima de la ley y priva a los países de miles de millones de dólares en ingresos.
Mientras que los anfitriones gastan fortunas en infraestructura, la FIFA gana sin invertir.
Alejandro Dabdoub