Ser “Neni” es ser una trabajadora libre y autogestiva
Ser ‘neni’ significa ser una trabajadora independiente sin jefes ni horarios fijos; sin embargo, su oficio de entrega de mercancías en sitios públicos hace que sean vulnerables a la violencia de género y al acoso de los policías
David MartínezTere Becker lleva tres años vendiendo cosas a través de redes sociales y haciendo entregas en el Metro como ‘neni’, lo que le ha permitido desarrollarse como artista, tener un ingreso estable y cuidar de su familia.
Sin embargo, en ese mismo lapso ha enfrentado el abuso policial y situaciones de riesgo en las que su integridad ha estado comprometida. Además, ha tenido que lidiar con el acoso sexual por parte de hombres usuarios del medio de transporte.
La mujer forma parte de un sector informal de la economía a la que, de manera despectiva, se le llamó las “nenis” y que han optado por el autoempleo ante la crisis económica, horarios laborales que no se adaptan a sus rutinas o sueldos que no satisfacen sus necesidades.
Y con la pandemia de COVID-19, que durante 2020 dejó a más de un millón de personas sin empleo, muchas más mujeres optaron por tener una fuente de ingreso autogestiva.
Según datos del boletín de prensa de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), titulado “Economía Neni dinamiza el comercio digital”, en el país, las vendedoras por internet aportan a la economía 9 millones de pesos al día y son el sostén económico de aproximadamente 13 millones de hogares.
La necesidad y la alternativa de ser “neni”
No todas las personas cuentan con un trabajo estable, con un seguro médico y que les permita desarrollarse en lo que en realidad les gusta y, por eso, Tere Becker se dice orgullosamente “neni”.
La mujer, de 36 años de edad, inició Bazar Chiripa cuando era estudiante de Creación Literaria en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) y surgió la oportunidad de vender artículos de papelería vintage como un ingreso adicional a su trabajo en el área de cultura de la entonces Delegación Iztapalapa.
No obstante, en 2018, cuenta Becker, hubo un despido por el cambio de administración y Bazar Chiripa se volvió en su principal fuente de ingreso.
“Me quedé sin empleo y fue un ingreso para no dejar mi carrera a la mitad y me metí de lleno a vender papelería vintage por internet, las cosas utilitarias para cualquier universitario y los profesores”, cuenta.
Actualmente, el bazar le permite tener una carrera artística como poeta, cosa que incluso sus maestros le decían que no iba a poder, por no ser de una clase social “privilegiada”.
“Había una maestra que me decían ‘tú no te puedes dedicar al arte, tienes que trabajar y ayudar a tu familia’, me querían dar a entender que, por no tener cierto nivel socioeconómico, no me podía dedicar a lo que me gustaba”, relata.
Tere vive en la Alcaldía Iztapalapa, en la periferia de la Ciudad de México, y el medio de transporte que le queda más cerca es la estación Lomas de La Estancia de la Línea 2 del Cablebús que va de Constitución de 1917 a Santa Martha Acatitla.
Según el Sistema de Información del Desarrollo Social de la Secretaría de Inclusión y Bienestar Social (Sibiso), 63 de 87 unidades territoriales de Iztapalapa, es decir, 72 por ciento, tienen un nivel de marginación muy alto.
A Tere, el bazar le ayuda a dedicarle tiempo a sus padres: ambos son adultos mayores y su papá sufrió un infarto recientemente.
“De lunes a jueves puedo hacer varias cosas, estar con mi familia, dedicarme a buscar la mercancía, o mi oficio que es el arte”, declara.
Mientras que viernes y sábado hace entregas, principalmente en la Línea 8 del Metro, que es la que queda directamente a Constitución de 1917 y conecta con la estación del Cablebús Lomas de La Estancia, la más cercana a su domicilio.
Solas y vulnerables
Ser “neni” tiene ventajas como las descritas anteriormente; sin embargo, se padece inseguridad y acoso de las autoridades, dice Becker. Lo anterior, comenta la vendedora de papelería, provoca una sensación de vulnerabilidad por desempeñar un trabajo honesto.
“Aparte de todo lo que implica estar en un espacio donde estás vulnerable al acoso, a la inseguridad como mujer, te tienes que cuidar de todos, incluso de los policías, como si estuvieras robando carteras o vendiendo drogas, pero lo que hacemos son cosas inofensivas”, considera.
En cuanto al tema de la violencia de género que padecen las mujeres en la ciudad, desde noviembre de 2019 se emitió la declaratoria de alerta.
Además, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), el delito de acoso sexual es uno de los que más padecen las mujeres en la capital: de enero a julio de 2021 se han abierto 817 carpetas de investigación por el ilícito.
Becker dice que hace más de un año, a raíz de la pandemia de COVID-19, el número de mujeres que eligieron vender algo por medio de redes sociales aumentó por la crisis económica y también creció la represión de las autoridades.
“Hubo un boom por la pandemia y más agresión policial, nos quitaban mercancía, nos decían que nos saliéramos y nos perseguían como si hiciéramos algo ilegal”, relata.
Añade que en ocasiones los policías del Metro llegaban a amenazarla con que la llevarían al juzgado cívico por entregar en las estaciones del medio de transporte.
Mientras que el otro riesgo al que se exponen las “nenis” es a la inseguridad.
“En una ocasión me quedé de ver con una clienta en los torniquetes y después me dijo que me saliera, que me iba a pagar más si me salía, pero ahí presentí que algo no estaba bien. Entonces ya no hice la venta, por mi seguridad”, cuenta.
Por último, llama a las autoridades a tolerar el trabajo que hacen las “nenis” y parar el acoso del que son víctimas.