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Las ventajas de la auto-deportación

SAN DIEGO - Por ser un periodista mexicano-americano, los restriccionistas de la inmigración a menudo me acusan de “socavar el gobierno de derecho”, de “apoyar las fronteras abiertas” y de ser “pro-amnistía.”

Así es que permítanme sorprenderlos hablando bien de la controvertida idea de que los inmigrantes ilegales decidan auto-deportarse.

SAN DIEGO – Por ser un periodista mexicano-americano, los restriccionistas de la inmigración a menudo me acusan de “socavar el gobierno de derecho”, de “apoyar las fronteras abiertas” y de ser “pro-amnistía.”

Así es que permítanme sorprenderlos hablando bien de la controvertida idea de que los inmigrantes ilegales decidan auto-deportarse.

Las conjeturas de que Mitt Romney, candidato presidencial del Partido Republicano en dos ocasiones, se esté preparando una vez más para lanzarse al ruedo han reabierto el debate que iniciara Romney en 2012, sobre si los indocumentados se “auto-deportarían” si el clima en los Estados Unidos fuera menos hospitalario. 

La gobernadora de Nuevo México, una de las más prominentes republicanas latinas del país, se burló de esa idea durante su campaña. En una entrevista con Newsweek, Martínez espetó: “¿Auto-deportarse? ¿Qué diablos quiere decir eso?” Instó a Romney a abandonar el eslogan y a “tener una conversación sincera” sobre cómo arreglar el sistema migratorio. 

Romney finalmente obtuvo un apoyo desastroso de los latinos, llevándose sólo el 27 por ciento de su voto. 

Durante una entrevista reciente en Univisión, la red de televisión en español mayor de la nación, la periodista María Elena Salinas preguntó a Romney si él pensaba que su intento de llegar a la presidencia había sido condenado por su apoyo a la auto-deportación –que, dijo Salinas, motivó a los latinos a votar en contra de él. 

Romney se mantuvo en sus trece. 

“Mi opinión era, el gobierno no va a deportar a decenas de millones de personas,” dijo. “En lugar de eso, permitamos que la gente tome sus decisiones. Y los que deciden que tienen mejores oportunidades en otras partes decidirán volver a su país de origen.” 

Muchos latinos detestan a Romney, y con razón –sus estúpidos e interesados comentarios sobre la inmigración. Romney prometió que si era electo presidente, vetaría la Ley DREAM –legislación popular con los latinos, que hubiera permitido que los estudiantes indocumentados permanecieran en el país siempre que asistieran a la universidad o se incorporaran a las fuerzas armadas. También atacó al gobernador Rick Perry por firmar una ley que permite a los inmigrantes ilegales de Texas pagar matrícula de residente del estado en las universidades públicas, y aporreó al ex presidente de la Cámara, Newt Gingrich, por sugerir que se otorgara permisos de trabajo a los indocumentados, a fin de mantener a las familias unidas. 

Pero los latinos no pueden disputar lo que dice Romney sobre la naturaleza humana. La gente irá donde haya puestos de trabajo, incluso si eso significa dar la espalda a los Estados Unidos y volver a casa. Contrariamente a lo que escuchamos de los derechistas de los programas de radio, los inmigrantes no vienen para recibir dádivas. Vienen a ocupar puestos de trabajo. Cuando los puestos se van, a menudo ellos también se van. 

Tampoco pueden disputar los latinos el otro punto de Romney –que siempre es mejor que los individuos tomen sus propias decisiones, en lugar de permitir que el gobierno tome las decisiones por ellos. El gobierno de Obama les enseñó esa lección cuando deportó a 2 millones de personas, dividió cientos de miles de familias y despiadadamente botó a miles de niños nacidos en Estados Unidos en hogares de acogida. 

Pero, ¿saben qué? Los que se “auto-deportan” se llevan a sus hijos consigo, de manera que las familias quedan intactas. ¿Cuál es la manera más humana? 

Francamente, en un momento me sentí escéptico como Martínez sobre la idea de la auto-deportación. Pensé que era una fantasía –compartida por los nativistas del Partido Republicano y los sindicalistas del Partido Demócrata. Estaba convencido de que los inmigrantes ilegales nunca se irían voluntariamente de los Estados Unidos, especialmente cuando tantos de ellos hicieron tantos esfuerzos por llegar aquí. 

Eso era antes de que la economía estadounidense se debilitara, de que la economía mexicana se reactivara y de que la gente comenzara a hacer sus valijas. Según una encuesta del Fondo Monetario Internacional realizada el mes pasado, la economía mexicana tiene un pronóstico de crecimiento de 2,4 por ciento para este año y 3,5 por ciento para 2015. Todo se debe a importantes reformas en los sectores energético, de telecomunicaciones y financiero. Muchos de los que decidieron quedarse de este lado de la frontera se encontraron pasando tantas penurias que pasaron de enviar dinero a casa a pedir prestado dinero a casa, sólo para sobrevivir en Estados Unidos. Una vez que se dieron cuenta de que esa dependencia revertida contradecía todo el sentido de emigrar a otro país, comenzaron a irse. 

Después están los que nunca harán el viaje en primer lugar. Hoy por hoy, la migración neta por la frontera mexicano-americana es de casi cero y muchos optaron permanecer en México, anclados por la misma fuerza poderosa que atrajo a otros y que quizás ahora los guíe de vuelta a casa –la oportunidad. 

No hay nada de malo en eso. De hecho, hay mucho de bueno. 

La dirección electrónica de Ruben Navarrette es [email protected].  

© 2014, The Washington Post Writers Group

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