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No puedo respirar

La advertencia era más que eso, una evidencia. El centro de la ciudad de Monterrey es una zona de menor calidad del aire en la Zona Metropolitana. 

Pero el resto del territorio no se escapa de las estadísticas que nos ha provisto el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).  

Competimos por el no tan honroso primer lugar como una de las ciudades más contaminadas del país. 

La advertencia era más que eso, una evidencia. El centro de la ciudad de Monterrey es una zona de menor calidad del aire en la Zona Metropolitana. 

Pero el resto del territorio no se escapa de las estadísticas que nos ha provisto el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).  

Competimos por el no tan honroso primer lugar como una de las ciudades más contaminadas del país. 

Pero el aire que es tan invisible parece no importarnos. Hay programas públicos que atienden el resto de las contaminaciones –hasta eso la palabra “atienden” quizá no es la adecuada, pero pongamos que se hace al menos en “teoría”. 

No obstante, cuando hablamos de la calidad del aire desaparecen los compromisos políticos, las ideas a ejecutar de las autoridades correspondientes e incluso nuestra atención porque hay que atender temas aparentemente urgentes, como la jornada electoral de cada tres o seis años, por ejemplo. 

Poco estamos involucrados en el tema y, sin embargo, es uno de los menos atendidos en la agenda pública, no sólo en la ciudad, sino a nivel nacional, ¿cuáles son los costos de nuestra desatención? 

El mismo estudio del IMCO lo indica con precisión en la salud pública.

En esta ciudad tan sólo 541 muertes,  mil 789 hospitalizaciones y 107 mil 675 consultas estuvieron relacionadas con esta pésima calidad del aire. 

Las pérdidas en la productividad estribaron en  366,039,914 pesos; mientras que los gastos en salud anual ascendieron a los 94,712,088 pesos. 

La suma de ambas cantidades rebasa cinco veces, sí, leíste bien: cinco veces, a lo que gastó el Instituto Mexicano de Seguro Social en medicinas en el 2010, por citar un comparativo. 

Más que pensar en casos aislados hay que hacer cuentas del número de veces que te ha dolido la cabeza en el día o has sentido que tu capacidad de respirar aminora. 

Si bien es cierto que muchos síntomas pueden estar relacionados a otros factores, hoy sabemos por estos diagnósticos, como otros, que el aire nos está enfermando. 

Y ahí, a diferencia de otros temas, la desventaja es que algunas de las razones quedan fuera de nuestro control o incidencia plena. 

¿Qué se puede esperar de respirar a diario partículas que nos están enfermando? Es eso lo que me motiva a ser más insistente en este tema. 

Porque hasta que no tienes que entrar en una emergencia médica que, para variar, es un lujo, entonces (y hasta eso quién sabe) hacemos algo al respecto. 

¿Qué necesitamos con urgencia? Ver el aire. Es una frase en sentido literal. Si este tema sigue pasando por alto tendremos que atenernos a las graves consecuencias. 

Requerimos información diaria cuantificada al respecto, así como se hace en muchas ciudades del mundo, incluyendo algunas del país. 

Adicionalmente requerimos de esas otras propuestas que acompañan a la buena calidad del aire. 

Eso se traduce en más parques (en donde también tenemos un déficit), estrategias de movilidad urbana sustentable, programas para el uso de deshechos y algo por demás vital: la estricta vigilancia de la emisión de contaminantes de las industrias. 

No cito los casos de corrupción porque estamos de acuerdo que también ahí se “cuecen habas”, pero dejémoslo en que es algo transversal. 

Y, todavía: ¿cómo reaccionar ante los casos de contingencia desde las administraciones de las diferentes instituciones encargadas de la salud pública? 

Esto del aire “invisible” es prioritario como tema de agenda ciudadana y pública. 

Aparentemente no es tangible, pero hoy en esta ciudad, como en otras, hay más de una persona que en algún momento no puede respirar.I

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