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La calle no es una carretera

El título fue la primera lámina que presentó el arquitecto español Jaume Barnada en Monterrey.

Creativa, para explicar por qué la ciudad de Barcelona hace más de 20 años hizo la apuesta por convertir la mayoría de sus vialidades en paseos peatonales. 

Pero más allá de eso, Jaume es insistente en romper el paradigma del urbanismo al servicio de los automóviles, como también al servicio de cualquier usuario. Su frase siguiente es: “La calle no es de los peatones. La calle es de las personas”. 

El título fue la primera lámina que presentó el arquitecto español Jaume Barnada en Monterrey.

Creativa, para explicar por qué la ciudad de Barcelona hace más de 20 años hizo la apuesta por convertir la mayoría de sus vialidades en paseos peatonales. 

Pero más allá de eso, Jaume es insistente en romper el paradigma del urbanismo al servicio de los automóviles, como también al servicio de cualquier usuario. Su frase siguiente es: “La calle no es de los peatones. La calle es de las personas”. 

Sentados en el foro hundido de la Alameda, esas frases hacen sentido. 

En ciudades como las nuestras, en donde la infraestructura también representa un rezago, tampoco habría que ser demasiado inteligentes para preservar el sentido común de tener una urbe hecha a la medida de las necesidades básicas y de supervivencia de las personas. 

Lo peor de ese sentido común “que es el menos común de los sentidos” como dicen por ahí, es que seguir insistiendo en no hablar de los problemas urbanos en relación con sus comunidades o temas que suelen ser invisibles pero que están de manera cotidiana. 

Es decir, que mientras todos piden ciclovías o más vialidades (dependiendo de cómo se mueva), en realidad si pensamos en función de las personas, habría que poner en la agenda una palabra poco mencionada pero que es clave para la movilidad: conectividad. Por citar un ejemplo. 

Si realizamos análisis profundos que realmente acompañen los procesos de transformación urbana nos daremos cuenta que como menciona el profesor Guillermo Cortés Melo, encontraríamos que “el origen del urbanismo está en el humanismo”. 

Entonces, en lugar de estar pensando en función de fotografías a las que hay que “mal copiar” –porque tenemos que aceptar nuestra escasa capacidad de hacer réplicas correctas de “modelos” importados-, hay que analizar los comportamientos humanos y de las personas para de manera profunda proponer otra forma de ciudad, desde lo local con lo global. 

Considerando que la mayoría de la población en algunos años más vivirá en las urbes, a ese sentido común le tenemos que sumar una visión de futuro en donde detectemos las áreas de oportunidad para prevenir esos problemas que se pueden “olfatear” a distancia.  

Pero el reto no es solamente ese, sino que desde lo público y desde lo privado se gesten nuevos procesos para la inversión en este concepto de ciudad distinta. 

Porque debemos reconocerlo: sin esa apuesta traducida en presupuestos tampoco se hace nada. 

El fin de semana pasado junto a muchas organizaciones, colectivos, empresarios, interiorizamos eso de que dice este arquitecto. La calle es de las personas. Por eso hicimos un evento internacional en un espacio usado, principalmente, por nuestras comunidades de inmigrantes, indígenas y pobres. Para intercambiar las sabidurías urbanas que hacen la vida cotidiana. 

Los espacios comunes, que de acuerdo con Nora Rabotnikof, sirven incluso para hacer la democracia, siempre y cuando sean visibles y accesibles, deben ser un punto de partida importante para asumir el derecho que nos corresponde. 

Aunque en la Zona Metropolitana de Monterrey todavía se asume que las calles son para los autos (vaya, ni siquiera para los automovilistas) es una faena dirigir la atención a la diferencia. Pero tampoco imposible. 

Se está generando esa evidencia de que debe ser una ciudad en rebeldía que realmente necesita tomar la calle, descubrir otras de sus formas, planearla para la convivencia y no para la infraestructura, aprender de sus barrios y sumar en lo técnico. 

Es decir, hacer de la calle algo más que una simple carretera. 

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