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De ‘minicasitas’ y otros demonios

Se han convertido en años los que he estado trabajando en el tema del abandono del centro de Monterrey. 

Me han preguntado montón de veces por qué no incidir en la periferia urbano.

Debo reconocer que en un contexto de inseguridad por el narcotráfico, el centro de muchas ciudades de América Latina se convirtió y es todavía pieza clave para lograr la paz. 

No obstante, también me hacía la misma pregunta, ¿en manos de quién dejamos a la periferia?

Se han convertido en años los que he estado trabajando en el tema del abandono del centro de Monterrey. 

Me han preguntado montón de veces por qué no incidir en la periferia urbano.

Debo reconocer que en un contexto de inseguridad por el narcotráfico, el centro de muchas ciudades de América Latina se convirtió y es todavía pieza clave para lograr la paz. 

No obstante, también me hacía la misma pregunta, ¿en manos de quién dejamos a la periferia?

Hace unos días la abogada Emy Gutiérrez me explicó una realidad de la que el mercado inmobiliario, lo público y la política poco abordan en la profundidad de los problemas sociales que existen en esas “minicasitas” de la periferia: las familias afectadas por las arbitrariedades y abusos institucionales del Infonavit.

A partir de ahí, comencé a investigar.

Ya en una columna le hablaba de que nosotros, como muchos trabajadores en México, nos hicimos de una propiedad mediante un crédito de largo plazo que está sujeto a variables organizacionales.

Las que, si se salen de nuestro control, cualquier error burocrático puede hacer la diferencia entre la calidad de vida y la vida nomás. 

Estas familias han estado durante años enfrentándose a una situación crítica para su economía: topes indiscriminados de descuentos. 

Es decir, que hay casos en los que al trabajador les descuentan más del 30 por ciento de su sueldo. 

Legalmente, en el Fovissste sí hay un “tope” hasta del 30 por ciento para tal propósito. 

Pero en el Infonavit, no. Lo que representa para ellos el estar pagando, en algunos casos, hasta el 100 por ciento de su sueldo por el crédito. Es grave.  

¿Esta situación qué genera? Una realidad silenciosa e invisible de personas pobres que hacen hasta lo imposible por pagar un patrimonio que, además, a la larga resultará caro y de baja calidad. 

Que, cuando ignoras qué y por qué te están descontando de más, también ignoras a dónde ir y cómo hacerle para salir del problema. 

Algunos, incluso, han renunciado a sus trabajos pensando que esta es la solución, cuando en realidad la agrava. 

Eso no es todo. Ante una economía familiar rota los problemas privados aparecen: violencia intrafamiliar, robos, invasión de propiedades, peleas entre vecinos…

Y  algo que deberíamos anotar para la planeación urbana: el abandono sistemático de la periferia “formal”. 

La pregunta es compleja porque no sabemos con exactitud cuál es el destino de estos desplazamientos ni tampoco el conflicto urbano que se avecina ante tal abandono. 

Algunos municipios de la Zona Metropolitana deberían estar preguntándose eso y, sin embargo, no parece tampoco tema de agenda pública. 

Por estas y otras razones, se creó “Atrás el Silencio”. 

En esa intención de visibilizar como crear otras políticas públicas que impida el incremento de esta problemática que lacera la vida humana. 

Porque más que por favor, sino por derecho, debemos tener acceso a la vivienda digna. 

La abogada Emy Gutiérrez es la que lleva valientemente la batuta en la resolución jurídica de algunas de las familias afectadas. 

El miércoles pasado nos citamos frente al Congreso de Nuevo León para entregar una iniciativa de reforma a la Ley Federal del Trabajo para esclarecer ese “tope” al descuento desproporcionado. 

Pensaba que irían pocas personas, porque la mayoría trabaja hasta dos o tres turnos. 

Para mi sorpresa, la explanada tenía más de cien personas reunidas, incluso mujeres con hijos, para preguntar si “ahí era lo de Infonavit”.

 ¿Evidente? Sí, los problemas derivados por un sistema arcaico de reproducción de “minicasas” en la periferia está comenzando a dar sus primeros avisos de que el rumbo de la ciudad no va por ahí. 

Entonces, se necesitan manos y mentes en Atrás del Silencio para el objetivo que debe ser público: vivienda digna. 

Debo ser precisa: vivienda digna para los pobres.

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