Entre la esperanza y la amenaza
El escenario político de México se modificó sustancialmente la mañana del pasado primero de diciembre.
Un esperanzador discurso de toma de posesión de Enrique Peña Nieto trazó 13 acciones concretas de gobierno para atacar con prioridad.
Desde las más elementales contra la pobreza y el empleo, hasta la más complejas de educación, energéticos, fomento a la competencia en telecomunicaciones y medios de comunicación.
Indigo Staff
El escenario político de México se modificó sustancialmente la mañana del pasado primero de diciembre.
Un esperanzador discurso de toma de posesión de Enrique Peña Nieto trazó 13 acciones concretas de gobierno para atacar con prioridad.
Desde las más elementales contra la pobreza y el empleo, hasta la más complejas de educación, energéticos, fomento a la competencia en telecomunicaciones y medios de comunicación.
Los lineamientos de su gobierno fueron definidos en un discurso que pronunció en el Palacio Nacional, ante integrantes de la clase política, empresarial, sindical, mediática, diplomática y jefes de gobierno de otras naciones.
Fueron los mismos que un día después, ayer domingo por la mañana, se refrendaron en un Pacto por México firmado en el Alcázar de Chapultepec por los líderes de los tres principales partidos políticos, PRI, PRD y PAN.
Apenas el sábado primero de diciembre Peña Nieto había recibido en San Lázaro la banda presidencial de su antecesor Felipe Calderón. Fue una ceremonia entre protestas, pero a diferencia del 2006, fue institucional. Nadie tomó las tribunas. El presidente entró y salió por la puerta principal.
Y el viernes 30 de noviembre al mediodía el nuevo gobierno daba a conocer la integración de un gabinete con un marcado sello salinista. Si acaso con sorpresas en Defensa, Marina, Agricultura, Salud y CFE.
Pero la amenaza no se dio en el interior del recinto de San Lázaro. Afuera, en los accesos al palacio legislativo, se libraba una batalla campal entre cientos de manifestantes con policías del gobierno del DF y de la Policía Federal.
Los inconformes eran portadores no solo de pancartas o de consignas contra el regreso del PRI a Los Pinos. Iban dotados de bombas molotov, proyectiles y gases lacrimógenos.
Su consigna iba más allá de la libertad de expresión. Y eso fue evidente en el vandalismo que dañó decenas de propiedades, marcadamente de franquicias norteamericanas incluyendo Hilton, Starbucks y Banamex-Citi, en el centro histórico de la Ciudad de México.
La violencia fue repelida con violencia. Los heridos pertenecen a una nueva insurgencia urbana, la que emerge del llamado Bloque Negro y de los viejos movimientos de la extrema izquierda trotskista, ahora agrupados en el Ejército Popular Magonista de Liberación Nacional.
Peña Nieto y su gobierno tienen su primera prueba de fuego. La amenaza que se da en medio del clima esperanzador de un elogiado programa de gobierno, que todavía tiene que validarse en los hechos.