Arde Pemex
En medio de la cloaca que se destapó por la corrupción en Petróleos Mexicanos (Pemex) durante el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, una fuerte explosión en la Torre Ejecutiva del Distrito Federal, ocasionó la muerte de 25 personas y 101 heridos, según la cifra oficial.
Pasadas las 11 de la noche, el Secretario de Gobernación Miguel Osorio Chong expresó, en conferencia de prensa, su “profundo dolor” por la pérdida de vidas humanas tras ocurrido ayer en la tarde en el edificio administrativo de las oficinas de Pemex.
Icela Lagunas
En medio de la cloaca que se destapó por la corrupción en Petróleos Mexicanos (Pemex) durante el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, una fuerte explosión en la Torre Ejecutiva del Distrito Federal, ocasionó la muerte de 25 personas y 101 heridos, según la cifra oficial.
Pasadas las 11 de la noche, el Secretario de Gobernación Miguel Osorio Chong expresó, en conferencia de prensa, su “profundo dolor” por la pérdida de vidas humanas tras ocurrido ayer en la tarde en el edificio administrativo de las oficinas de Pemex.
De las personas muertas, 17 son mujeres y ocho son hombres. Precisó que del total de heridos, 46 siguen en centros de salud y hospitales. Y prosiguió a leer la lista de los lesionados y del lugar donde se encuentra cada uno.
Aclaró también que no se tiene información que indique que existen más personas atrapadas entre los escombros. Donde tuvo lugar la explosión alrededor de las 15:40 horas en el edificio anexo B2.
Custodia Marina morgue
Desde ayer las oficinas de Pemex se convirtieron en una gran morgue custodiada por personal de la Marina Armada de México debido al número de víctimas que perdieron la vida por la explosión o sufrieron desprendimiento o perforación de órganos, así como por aplastamiento por las columnas que se colapsaron en el edificio.
“El gobierno federal tiene el control de la situación, nosotros ya no podemos hablar y salimos de la zona”, comentó una fuente de la administración capitalina.
Es la primera tragedia de este tipo que enfrentan desde que asumieron el cargo el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto; y el jefe de gobierno Miguel Ángel Mancera Espinosa.
Y aunque desde el momento de la tragedia Peña Nieto hizo un llamado a través de los medios de comunicación para evitar cualquier tipo de especulaciones, la teoría de un ataque premeditado a las instalaciones de Pemex comenzó a correr.
“No queremos que esto dé motivos a especulaciones de posibles razones sobre este percance”, comentó a su salida.
Pero la explosión del edificio B2, a escasos metros de la Torre Ejecutiva, ocurre en un ambiente de incertidumbre y escándalos de corrupción que dejan al descubierto historias de sobornos que involucran a la empresa Siemens y Pemex.
Otros hablan de repercusiones por cambios venideros en el poderoso sindicato de Trabajadores de Pemex que lidera Carlos Romero Deschamps.
Previsión también en la Cámara
Pese el llamado a la mesura, pero con la idea de un posible atentado en la mente, la Cámara de Diputados fue intensamente revisada por el personal de la Dirección General de Seguridad y Resguardo del recinto, en colaboración con la Policía Federal.
El “Plan Rojo” se activó, por eso se revisaron subestaciones eléctricas, tomas de gas y otros puntos vulnerables del recinto de San Lázaro.
Lo que ayer ocurrió en Pemex de Marina Nacional puso en jaque al gobierno federal y local, quienes improvisaron una morgue en su interior para facilitar la atención e identificación de cadáveres.
“Como ver una película”
Eran alrededor de las 15:40 del jueves cuando el estallido en el edificio B2, localizado en la parte trasera de la Torre Ejecutiva, provocó que la construcción de planta baja y mezzanine se desplomaran, dejando a cientos de empleados atrapados.
“Yo caminaba muy cerca de ahí, fue como ver una película cuando al menos seis personas fueron levantadas y expulsadas por la fuerza de la explosión”, relata Roberto, uno de los empleados de Pemex que presenció los hechos.
Una gigantesca nube de polvo fue lo que alcanzaron a observar el resto de los empleados que se encontraban en la hora de comida.
Después del estruendo, de entre los escombros surgió un hombre joven que gritaba desesperado desde el área de mezzanine “ayuda, ayúdenme hay muchos aquí atrapados”.
“Muchos corrimos a esa zona, no sabíamos qué había pasado, solo sentimos la sacudida, después la nube de polvo y los gritos de ayuda, pero de pronto se escucho otro sonido, como si el edificio tronara o se fuera a caer, luego otro ruido más fuerte, todos corrimos y nos alejaron del B2”, detalla.
En esos segundos de confusión la gente corría asustada: “Explotó una bomba”, gritaron algunos.
Segundos después del aturdimiento sacó su teléfono celular y comenzó a grabar lo que ocurrió en el edificio B2, donde a esa hora, según explica, está ocupado por personal en su mayoría sindicalizado, ya que en esa zona se encontraban al menos cinco relojes checadores y desde las 15:45 hasta las 16 horas los empleados dejan constancia de su salida.
Roberto explica y hace hincapié en que justo a esa hora hay una gran afluencia de personal porque ahí están los checadores, además de las dos pequeñas sucursales bancarias de Banorte y Bancomer, donde el personal acude a realizar sus trámites bancarios y utiliza los cajeros automáticos. Era día de quincena.
Después de la explosión toda esa zona quedó destrozada. La explosión fue de tal magnitud en el edificio B2 que impactó directamente el patio sur y los bancos.
Algunos de los heridos fueron ingresados inmediatamente a la clínica que se localiza ahí mismo, al interior del complejo, pero al paso de los minutos y percatarse de la dimensión de los hechos, la única ambulancia que está de manera permanente en Pemex, resultó insuficiente.
Entonces comenzaron a llegar ambulancias de Cruz Roja, Protección Civil, perros entrenados en búsqueda, Protección Civil y más tarde, cuando se supo que había empleados atrapados, el grupo de rescate Topos México. La tragedia se observaba mayúscula.
El jefe de gobierno Miguel Ángel Mancera Espinosa se apersonó en las instalaciones de Pemex de Anzures, perímetro de la delegación Miguel Hidalgo; también el delegado, Víctor Hugo Romo; el procurador capitalino, Rodolfo Ríos Garza y más tarde el secretario de Gobernación Miguel Osorio Chong, quien minutos antes encabezó una comida en Polanco con algunos propietarios de medios de comunicación.
El personal del Ejército Mexicano, Armada y Procuraduría General de la República (PGR) que acudieron a la zona, acordonaron un amplio perímetro por seguridad en las colonias Anzures y Anáhuac.
Alrededor de las 19:00 horas, el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, que por la tarde llegó a la capital proveniente de Colima, arribó al edificio para coordinar la ruta que tomaría la investigación.
Al salir de la zona, Enrique Peña Nieto pidió evitar cualquier tipo de especulaciones, también informó que al frente de las investigaciones nombró a Miguel Ángel Osorio Chong. Cuando el presidente salió, se observó su rostro desencajado.
Pemex Marina al interior
Detrás de la gran Torre Ejecutiva de Pemex, que luce sobre avenida Marina Nacional como uno de los edificios más altos de la ciudad, existen también en ese complejo los edificios A, B1, B y C.
Existe una construcción más que funciona como clínica y un cuarto de máquinas.
El edificio B2 en donde ocurrió la explosión, opera el área de Recursos Humanos y almacena archivos de los empleados, nóminas y papelería. Dicha construcción conecta internamente a través de un puente con el B1.
‘No me dicen nada, pero sé que mi hijo está atorado’
Por Paulina Villegas
Se sintió como un terremoto.
El suelo se movía. En segundos la vida les cambió a muchos, como Gloria Cruz, madre de una de las víctimas que quedaron atrapadas en el edificio de Pemex.
Eran casi las cuatro de la tarde de ayer, cuando una mujer de mediana edad, que trabaja como cajera de un Oxxo ubicado en la calle San Hipólito, frente a la torre del complejo central de Pemex, en la colonia Anzures de la ciudad de México, escuchó un “fuertísimo estruendo.”
“Hasta el suelo se movió, se escuchó horrible. Supe que algo había pasado, y lo peor es que yo los conocía a muchos porque venían a comprar aquí siempre”.
De pronto, ese jueves dejó de ser como tantos otros y esa tarde como tantas otras. En cuestión de segundos, la vida cambió para cientos de mexicanos.
“No me dicen nada, pero yo sé que está atorado”, gritaba Gloria Cruz, refiriéndose a su hijo Daniel, que horas después sería confirmado muerto.
Todo en medio de escenas dramáticas, bomberos, uniformados con las insignias de la policía federal, ministerial, paramédicos, ambulancias, medios, cámaras, soldados.
Todos con caras impávidas. Todos al teléfono. El ambiente denso se acompañaba de inverosímiles imágenes de hombres, adultos, trajeados, con lágrimas en los ojos.
En un café Starbucks, situado en la esquina de la calla Bahía de San Hipólito y Marina Nacional, era palpable la ansiedad desesperada de gente buscando cargadores para poder seguir utilizando su celular. Y tratar de comunicarse, de saber algo. Y poder entender qué pasaba.
Unos hablaban de una explosión, otros de una bomba. Los rumores volaban y la confusión se disipaba: 10 muertos, 14, 15, 20. La cifra aumentaba mientras las horas pasaban.
Bajo los escombros del piso de la planta baja, que se derrumbó tras la explosión por causas hasta entonces desconocidas, más de una treintena de trabajadores seguían atrapados.
Todo era un caos
En el ambiente que rodeaba a la torre de oficinas de Pemex reinaban el caos y la consternación. Y el mosaico de gente que llenaba la extraña y cuasi surreal escena: entre cuerpos de seguridad, familiares, trabajadores, policías, médicos.
Todos se debatían entre la confusión de ignorar la plenitud de los detalles, y la urgente necesidad de actuar con prontitud.
El ruido era ensordecedor. Sirenas de ambulancias sonaban sin parar; motores de motos, de patrullas, de camiones se unían a la caótica sinfonía.
“No puedes hacer nada, no puedes hacer nada”, teléfono en mano, decía una trabajadora en el departamento de Recursos Humanos de la paraestatal.
“Yo llegué tarde de comer, por eso me salvé”, dijo Ricardo Barragán, uno de los empleados de Recursos Humanos de la planta baja que se salvaron de la explosión. Y es que los infortunados que fueron presa del trágico accidente fueron aquellos que decidieron, por una u otra razón, no salir a comer.
Ricardo y una decena de sus compañeros de la petrolera se organizaron en cuestión de horas para informar a los familiares de la suerte que habían corrido otros colegas menos afortunados.
“Son muy malas noticias, hasta ahorita son 10 de los nuestros”, decía, mientras mujeres y hombres de todas edades lloraban en la escena propia de una producción cinematográfica. Lloraban sentados en las banquetas, en las esquinas parados, abrazándose.
Ya entrada la noche, horas después del trágico evento, dentro de lo que parecía ser un improvisado centro de operaciones, se vio la solidaridad de los empleados de la famosa cadena estadounidense de cafeterías que regalaban bebidas calientes y dejaron abierto el local horas después de su horario habitual para todos aquellos que se negaban a irse.
‘¿Dónde está mi hijo?’
Por Jonathan Villanueva
En medio del drama, una mujer preguntaba por su hijo desaparecido. Como ella, familiares y amigos de heridos y víctimas protagonizaban escenas de pánico.
Una turba invadió el Hospital Central de Pemex Picacho. La joven enfermera se levantó de un sobresalto. El que se quejaba, el que consolaba y el que dormitaba se alarmaron, como el resto de los presentes.
El personal médico no entendía lo ocurrido, mientras entraba una fila de heridos.
Decenas de ambulancias llegaban a este hospital, lo mismo que helicópteros Cóndor de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSP-DF) con más lesionados.
Algunos con sangre en el rostro, otros con quemaduras visibles y prendas desgarradas por llamaradas. Otros más gritaban de dolor, advirtiendo de luxaciones y fracturas… el personal médico no era suficiente.
La escena se repitió en la Cruz Roja de Polanco. Solo que en este último lugar los médicos ya estaban preparados para recibir a los heridos de la explosión que se registró en la Torre central de Pemex.
Con el paso de las horas, los gritos aumentaban en cuatro nosocomios capitalinos donde llevaban a las víctimas.
“¿Dónde está mi hijo?”, gritaba una mujer en la oficina de informes.
El llanto impedía entender el nombre del joven que, hasta ese momento, se encontraba desaparecido. Mientras, un hombre de edad avanzada aseguraba haberle visto fuera de las oficinas centrales de Pemex una hora antes.
En la Cruz Roja de Polanco el aviso fue oportuno. El presidente de la institución, Fernando Suinaga Cárdenas, dijo en diversas entrevistas que tenía un registro de 29 heridos de gravedad, que se trasladaron a los nosocomios cercanos.
De acuerdo con su balance, se enviaron más de 35 ambulancias y cinco coches de rescate. Y posteriormente enviaron elementos capacitados en estructuras colapsadas para rescatar a las personas que pudieran estar sepultadas en escombros.
El reporte de la Cruz Roja fue a las 15:56 horas de ayer y unos minutos después ya estaban en el lugar.
Sin embargo, en los Hospitales de Pemex los familiares de quienes trabajan en el edificio central de la paraestatal, ubicado en Marina Nacional, abarrotaron por momentos las salas de espera.
Incluso, algunos empleados con lista de pacientes en mano, comenzaron a vocear los nombres de sus internos para despejar el área.
Crisis nerviosa
No faltaron víctimas de la desesperación y algunos también entraron en crisis nerviosa. Fue el caso de una joven mujer que acompañada de dos hombres no paraba de exigir que alguien devolviera a su familiar.
Y la experiencia casi milagrosa de Carlos López Boneti, que contactó a su familia vía telefónica mientras estaba atrapado entre los escombros, corrió como pólvora entre quienes buscaban parientes y amigos.
“Había muchos atrapados y nos dijeron que ya los trasladaron a este hospital”, decían sin tener claridad de los hechos.
Con el paso de las horas aparecían más personas escudriñando entre las listas de pacientes. De un hospital a otro y de ahí otra vez a la Torre de Pemex y a la Cruz Roja de Polanco.
Por la tarde todavía llegaba una que otra ambulancia, mientras los derechohabientes que esperaban turno de atención por alguna otra causa, también levantaban la mano exigiendo atención inmediata.
La psicosis se adueñó de todos. El personal médico no se ponía de acuerdo entre informes, quejosos, lesionados y muchos familiares de trabajadores de Pemex.