Tras bambalinas: las historias de abuso sexual contra las bailarinas en el INBAL
Las historias detrás del paro en el INBAL: bailarinas que han sido trastocadas sexualmente, desde su primera infancia, en nombre del arte
Monserrat OrtizLejos del glamour y encanto que provocan en el escenario, la trayectoria de las bailarinas profesionales en México inicia con un esfuerzo que va más allá de tener siluetas perfectas y piernas fuertes: el de tomar clase a diario con el hombre que las agredió sexualmente.
En un país marcado por la violencia, misoginia y los altos índices de impunidad, hoy es el tiempo de las mujeres. Porque son más quienes cada día deciden romper el silencio para exigir respeto hacia su dignidad, su cuerpo y sus vidas. Las mexicanas ya no están dispuestas a callar.
Este 29 de abril es el Día Internacional de la Danza y las estudiantes y profesoras de la Academia de Danza Mexicana (ADM) del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) lo conmemoran con un grito de justicia y hartazgo contra el abuso sexual que ejercen contra ellas docentes de la institución.
El pasado 26 de febrero, las artistas del país iniciaron un paro de actividades y no regresarán hasta que las autoridades pongan un alto a la violencia.
“Todas las escuelas de arte están llenas de violencia contra las mujeres, desde que ingresan siendo muy niñas”, platica la bailarina profesional y directora de Fábrica en Escena, Itzel Schnaas, quien es exalumna y se desempeñó como profesora en esa institución.
Y es que ahí la violencia está normalizada y empieza en las primeras infancias, inicialmente, por ser una academia cuya materia prima son los cuerpos.
En muchas ocasiones, los padres piensan que sus niñas entrarán a la mejor academia artística del país y saldrán como reconocidas bailarinas; pero también las colocan en situaciones de vulnerabilidad donde los hombres adultos las sexualizan bajo el pretexto de entregar todo por la danza.
“Una bailarina que no sabe erotizarse no puede estar en escena”, le dijo a “Sofía” el hoy director del Centro de Producción de Danza Contemporánea (Ceprodac), Marco Antonio Silva, cuando ella tenía diez años, en 2001.
Para mostrarle cómo “erotizarse”, tomó la mano de la niña y la colocó en sus genitales, tocándolos él también, porque, en caso de no sentir, no podría ser una “buena bailarina”. Ese ataque sexual fue su primer acercamiento al sueño de convertirse en artista.
Años más tarde, cuando Sofía llegó a la adolescencia, el exprofesor cubano Álvaro Carreño, dándole clases de parneo, les mostraba a los varones como cargar a las bailarinas y la usaba de ejemplo.
“Me ponía frente a él, y para mostrarle a mis compañeros cómo cargarme, me tocaba mientras se reía. Yo, disfrazada con zapatillas de punta y tutú, sólo me tocaba sonreír también”, platica la joven.
Bajo el pretexto de construir cuerpos en pro de la danza, los profesores tocan a mujeres y niñas de forma indiscriminada. Las agresiones van desde el trastocamiento sexual, pasando por la homofobia, con los hombres, hasta provocarles a los alumnos trastornos alimenticios porque “están muy gordos”.
Estas son las denuncias
Estudiantes y profesoras de la institución crearon una página para publicar las denuncias contra docentes que han abusado de su poder para violentarlas. Se trata de Mujeres Organizadas ADM y las acusaciones ya superan las 50.
Las denuncias las encabeza Víctor “Viko” Hernandez, acusado por al menos 13 mujeres por invitarlas a salir y atacarlas sexualmente en la comodidad de un café, restaurante, su departamento o incluso llevándolas con mentiras a moteles.
“Mi asco fue grande pero no sabía qué hacer. Empezó a tocarme y quitarse la ropa”, señala una de las denunciantes bajo el anonimato.
Una egresada de la Academia de Danza Mexicana, de 25 años, confesó a Reporte Índigo que ya inició una denuncia penal contra ese sujeto por el acoso sexual que sufrió durante el tercer y cuarto año de su carrera, a finales de 2017.
En la lista de denuncias también se encuentran los profesores Jesús Hernández, Roam León, coordinador de la licenciatura de Danza; Luis Cruz, quien forma parte del personal de servicio; Vladimir Cabrera, Alejandro Trejo y Aarón Márquez Hernández.
Otros son Rodolfo Maya, Jesús Laredo y Saúl Maya, sujetos acusado de mirar lascivamente a las estudiantes durante sus clases y de catalogarlas con adjetivos como “guapas”, “feas”, “gordas” y “nalgonas”.
También se encuentran Raymundo Torres, Luis Manuel de Servicios Escolares, Federico Castro y Jaime Gerardo Nolasco.
Otro es José Rosendo Servin, sujeto al que acusan de acosar “verbal y visualmente” a las mujeres cuando pasan frente a él, “las sigue con la mirada descaradamente, muchas nos hemos dado cuenta, es una persona machista y misógina, siempre haciendo comentarios imprudentes e innecesarios”, dicen las denunciantes.
Incluso, las mujeres acusan al conserje de la institución, “don Toño”, de abrazarlas y manosearlas bajo el pretexto de “saludarlas”. “Don Toño, el conserje, nos abrazaba para saludarnos, nos jalaba para darnos beso en el cachete, eso nunca se me hizo algo normal, había veces que prefería evadirlo”.
De 2020 a marzo de 2021, el INBAL recibió 22 denuncias formales de violencia sexual. De ellas, las autoridades levantaron 14 actas administrativas –no denuncias penales– contra docentes y dos trabajadores, así como la baja definitiva de cuatro estudiantes.
El INBAL y su historia de impunidad disfrazada de arte
Por omisión, desidia o complicidad, las autoridades del Instituto Nacional de Bellas Artes no consiguen erradicar las violencias que mujeres y hombres han padecido, por parte del cuerpo docente, durante varias décadas.
Así lo atestigua “Mariana”, profesora de danza en esa institución, cuya identidad permanecerá en anonimato por temor a represalias.
La impunidad se perpetúa, sobre todo, con los profesores que tienen una plaza en propiedad, “acosadores que por ese motivo pueden continuar como si nada en el instituto”.
Una denuncia penal es lo único que podría quitarles esa plaza, y por lo tanto, la protección de la que gozan por parte de las autoridades internas.
Sin embargo, eso es prácticamente imposible; pues las alumnas violentadas sólo pueden acceder a la justicia a través de una queja ante la Subdirección de Asuntos Académicos (SGEIA), cuyas autoridades únicamente hablan con los agresores para “pedirles que dejen de acosar”.
Por eso los alumnos desisten de escalar de nivel la acusación a una denuncia penal. Tienen miedo a las represalias que sus agresores puedan ejercer sobre su trayectoria académica.
Y aunque la violencia sexual en esa institución salió a la luz hace poco tiempo, la profesora asegura que esto ha ocurrido desde hace décadas.
“Una de mis exalumnas denunció que, durante los ensayos, la acosaba un maestro desde los 9 años”, platica Mariana. “Esto es un ya basta, un despertar de la conciencia de las mujeres”.
En el INBAL no existe un comité de género ni algún órgano que castigue los actos de violencia sexual y de género contra la comunidad estudiantil.
La profesora confiesa que ha atestiguado incidentes de abuso sexual no sólo contra mujeres, sino contra hombres homosexuales y estudiantes menores de edad.
Un caso más, dice, es el del profesor Jorge Chanona, quien fungió como secretario Académico de la Especialidad de Danza Contemporánea y mantuvo relaciones sexuales con una menor de 15 años, justificando que la relación “había sido consensuada”.
Ante la magnitud del problema, desde años atrás el sindicato interno comenzó a circular entre el profesorado una especie de guía con recomendaciones a tomar por los docentes para prevenir los actos de violencia contra los alumnos.
Entre ellas, se recomienda no establecer “una relación que vaya más allá de la de profesor-alumno”, así como no subir a los estudiantes a sus automóviles ni darles asesorías fuera del plantel educativo.
También les sugieren no hacerles comentarios sobre “su persona cuerpo ni orientación sexual”, evitar conversaciones con ellos a través de redes sociales y no hacerles regalos; así como “no invitar a los alumnos a su casa, ni asistir a la casa de los alumnos”.
Aunque parecieran obviedades, estas son las sugerencias que se realizaron al interior del plantel para evitar más casos de abuso y es, hasta ahora, el único reglamento que apuesta por mejorar el comportamiento de sus docentes.
Esconder una violación detrás de la belleza y del arte
En 1972 se estrenó uno de los largometrajes que pasaría a la historia como la mejor película erótica de todos los tiempos: El último tango en París, famosa por la emblemática escena donde el protagonista penetra a una mujer de forma anal utilizando mantequilla para lubricarla.
La escena: ambos personajes se encuentran sentados en el piso de un departamento vacío cuando el hombre toma a la joven, con violencia, para colocarla boca abajo. Le baja el pantalón, coloca mantequilla entre sus nalgas y comienza a penetrarla.
La mujer comienza a llorar lágrimas verdaderas. Es la actriz Maria Schneider, quien ese entonces tenía 19 años y fue violada por Marlon Brando, de 48.
Décadas después, Schneider confesó que en esa ocasión no hubo consentimiento y la escena ni siquiera estaba en el guión. Marlon Brando la violó. “Me sentí humillada. Me sentí un poco violada por ambos”, dijo.
Años después, el director del film, Bernardo Bertolucci, admitió que él y Brando engañaron a la joven actriz para dar “mayor realismo” a la actuación. “No quería que fingiera la humillación, quería que la sintiera”.
Y es que en las artes escénicas, históricamente, se ha pretendido ocultar el abuso sexual y violaciones detrás de la belleza superficial que los espectadores vemos en el escenario.
“Quienes nos dedicamos a las artes del cuerpo, seguiremos trabajando por dignificarlo”, narra Itzel Schnaas, quien ha dedicado prácticamente toda su vida a las artes escénicas.
Para la joven bailarina, la danza debe construir una nueva pedagogía encaminada a la dignidad, el afecto y la decencia en lugar de la humillación y transgresión del otro.
Tras varios incidentes de violencia que atestiguó en la comunidad artística, Itzel decide cuestionar al mundo que pensaba roto para apostar por la esperanza.
Apostar por un mundo bello y de paz. A eso se refiere Itzel cuando habla de belleza; pero también “a la perfección, a la construcción de cuerpos que no se desvirtúen con el imaginario del patriarcado”.
Por eso, este mes de la danza, las artistas mexicanas lo conmemoran con un grito de hartazgo contra la violencia sexual a la que fueron sometidas desde pequeñas; y con la esperanza en que se puede crear arte sin la necesidad de trasgredir los derechos humanos y la dignidad.
@ItsMonseOrtiz