‘Zorimbo, turulato o patidifuso’

Lírica, narrativa, traducción, periodismo... José Emilio Pacheco fue uno de los escritores y poetas más prodigiosos de México.

El también ensayista falleció el fin de semana pasado a causa de un paro cardiorrespiratorio, a los 74 años, después de un golpe en la cabeza a consecuencia de una caída.

Según su hija Laura Emilia, el autor de “Las batallas en el desierto” murió “en la raya, como él hubiera querido”, después de terminar de escribir su columna semanal para la revista Proceso y acostarse a dormir.

"Si los indios no fueran al mismo tiempo los pobres, nadie usaría esa palabra a modo de insulto"
José Emilio PachecoPoeta, ensayista, novelista y cuentista
https://www.youtube.com/watch?v=BkIGSaY-OMg

Lírica, narrativa, traducción, periodismo… José Emilio Pacheco fue uno de los escritores y poetas más prodigiosos de México.

El también ensayista falleció el fin de semana pasado a causa de un paro cardiorrespiratorio, a los 74 años, después de un golpe en la cabeza a consecuencia de una caída.

Según su hija Laura Emilia, el autor de “Las batallas en el desierto” murió “en la raya, como él hubiera querido”, después de terminar de escribir su columna semanal para la revista Proceso y acostarse a dormir.

Su vida literaria comenzó a temprana edad y desde los ocho años, en 1947, supo a qué quería dedicarse. 

“En aquella mañana tan remota descubro que hay otra realidad llamada ficción”, contó en su discurso de aceptación al Premio Cervantes en el 2009 sobre la representación del Quijote que vio en Bellas Artes cuando solo era un niño. Desde entonces, como prometió ese día, jamás la abandonó. 

Pacheco exploró su gran amor interpretando numerosos papeles: cuentista, novelista, ensayista  y poeta, destacando en cada uno  y dejando una huella indeleble en la literatura mexicana.

Debutó a los 19 años con el cuento “La sangre de Medusa”, que Juan José Arreola publicó en “Los cuadernos del unicornio”, pero la lírica fue su gran pasión.

“Los elementos de la noche”, “El reposo del fuego” y “No me preguntes cómo pasa el tiempo”, presentaron al mundo a un poeta que examinaba lo cotidiano: desde una piedra, hasta el circo o los mosquitos.

Escribió, en total, 15 libros de poesía. En “Como la lluvia”, el último de ellos, intentó “decir que se pueden hacer poemas largos y cortos sobre cualquier cosa. El poeta tiene el mundo entero a su disposición para hacer poemas”.

Transformar lo habitual en belleza fue su trabajo de todos los días, pero cuando se trataba de historia Pacheco recordaba “sin nostalgia”. Y no le gustaba que le preguntaran al respecto. 

Sus textos, en los que retrató y analizó la sociedad de la que su infancia fue testigo, el México de la década de los 50, buscaban opinar más que mirar hacia atrás.

“No hay nostalgia en mis textos: hay memoria”, señaló al diario español El País en el 2010, “la nostalgia es la ‘disneylización’ del pasado, y yo siempre trato de verlo desde un ángulo crítico”.  

El momento de su nacimiento fue crítico para su percepción del mundo y para su obra, así como para su apreciación de la humanidad.

“Nací a mediados de otro año horrible, 1939 y, sin embargo, me libré de los desastres de la guerra”, relató durante su aceptación del Premio Reina Sofía, en el 2009, “no sufrí los bombardeos, las batallas, las persecuciones, los campos de exterminio. Todo lo experimenté a distancia y no por ello dejó de imprimirse en cuanto he escrito”.

“Morirás lejos”, publicada en  1967, es quizá la obra en la que el poeta plasmó con más fuerza la marca de los primeros años de su vida. 

En ella, a través de misterios y preguntas que sin respuesta, explora la opresión judía durante la Segunda Guerra Mundial, en lo que termina siendo un retrato desgarrador de los límites de la crueldad humana. 

Y por si su exploración de cuanto género pudo probar fuera insuficiente, el novelista ganó el Premio Ariel, que compartió con Arturo Ripstein, por el guión de la película “El castillo de la pureza”, de 1973. 

José Emilio actuó como traductor, además, de obras de Oscar Wilde, Samuel Beckett, Tennessee Williams y otras figuras.

Por otra parte, su novela corta “Las batallas en el desierto”, obra de 1981, una historia de amor e imposibles, se convirtió en referente para los lectores jóvenes hasta el día de hoy.

En el Colegio de México, cuando recibió el Premio Alfonso Reyes por su trayectoria, mencionó que esta obra se había salido de sus manos, y ya no le pertenecía. Ahora era de sus lectores.

Esa ausencia de egoísmo y la modestia fueron parte del legado del escritor, que en el 2010 reveló que no creía que nadie fuera a recordar su obra.

Millones están en desacuerdo. A sus más de 70 años demostraba una vitalidad sorprendente, alimentada por su fe en los jóvenes y su sed de escribir, que en lugar de saciarse, crecía. 

No cabe duda de que Pacheco tenía, aún, mucho por producir.

Revisor de revisiones

La obra literaria de José Emilio Pacheco se negaba a cerrarse. El poeta no solamente escribía, sino que reescribía continuamente cada uno de sus textos, perfeccionándolos y acercándolos cada vez más al tono que realmente quiso tocar. 

En alguna ocasión, el autor confesó a El País que le costaba mucho definir cuándo algo era bueno.

“Tal vez si uno sí tiene la intuición de lo que está bien”, explicó, “el problema es que es una intuición provisional, porque después de que sale el libro sigo corrigiendo”. 

Incluso se definió, por este hábito, como “un horror para los editores”.  

Escribir nunca le pareció fácil y creía que jamás podría llegar a serlo.

“Con 20 años piensas que tal vez un día llegues a escribir con una facilidad, con una certeza y un conocimiento”, dijo, “y no, nunca. Siempre es por primera vez, siempre”. 

Su humildad salió a relucir, de nuevo, cuando dijo que “la mayoría de las cosas salen muy mal. La mayoría de los textos que haces son malísimos” y que “para que uno te salga bien necesitas hacer 50 muy malos”. 

Pero tanto cuidado y la constante evolución de sus escritos tuvieron una sola consecuencia: la excelencia.

En su última columna para la revista Proceso, dedicada a su amigo, el poeta argentino Juan Gelman (que falleció el 14 de enero de este año), terminó con una frase que bien se podría aplicar para hablar sobre José Emilio: “Deja en la poesía mexicana una huella radiante que no se borrará”.

Y como Pacheco lo extrañó, ahora será extrañado. 

¿El regreso de ‘Morirás lejos’?

La memoria crítica de Pacheco alcanzó su cumbre con “Morirás lejos”, novela de 1967, por la que ganó el Premio Magda Donato. 

El libro, que tenía como eje la historia de la opresión a los judíos y experimentaba con su estructura narrativa, dejó de editarse hace años. Su escasez lo convirtió en una pieza preciosa para los seguidores del escritor, que pedían una nueva impresión para agregarlo a sus colecciones.

Los rumores sugerían que el poeta planeaba revisarlo una vez más, y su fallecimiento inaugura, de nuevo, especulaciones sobre un posible retorno de un clásico de la literatura mexicana.  

 

 

 

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