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Jóvenes, bellos y viejos

Antes de encontrar la fuente de la juventud, la ciencia debe enfrentar un reto mayor: hallar vías terapéuticas que nos permitan vivir más tiempo sin enfermedad o discapacidad, es decir, con calidad de vida. 

Los síntomas de algunas formas de demencia empiezan dos décadas antes de que llegue la enfermedad. Los estudios se hacen cuando está en etapa avanzada
Los estudios sobre envejecimiento deberían comenzar desde la juventud, antes de que aparezca el deterioro físico y cognitivo
La OMS estima que en 2020, por primera vez en la historia, habrá más personas mayores de 60 años que niños menores de cinco
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Antes de encontrar la fuente de la juventud, la ciencia debe enfrentar un reto mayor: hallar vías terapéuticas que nos permitan vivir más tiempo sin enfermedad o discapacidad, es decir, con calidad de vida. 

Ya lo advirtió el año pasado la Organización Mundial de la Salud (OMS): en el 2020, por primera vez en la historia, habrá más personas mayores de 60 años que niños menores de cinco años. El grupo de la tercera edad estará viviendo más, pero no necesariamente mejor debido a enfermedades crónicas como el cáncer, males respiratorios y cardiovasculares, artritis, osteoporosis, trastornos mentales y neurológicos. 

“Envejecer bien” debe ser una “prioridad mundial”, exhortó la OMS.

Y como el envejecimiento no ocurre de un día para otro, sino de forma gradual a lo largo de toda la vida, la ciencia ha comenzado a ver en los adultos jóvenes una fuente de información potencialmente valiosa para estudiar dicho proceso. 

A la fecha, la mayoría de los estudios sobre el envejecimiento se han realizado con personas mayores, quienes ya presentan enfermedades asociadas con la vejez. 

Pero si el objetivo es hallar la fórmula para extender el número de años vividos con salud, los estudios en la materia deben enfocarse, además, en los jóvenes, particularmente a partir de “la primera mitad del curso de la vida, cuando las personas están empezando a divergir en sus trayectorias de envejecimiento, antes de que se establezca la mayoría de las enfermedades (y regímenes para manejarlas)”, escriben investigadores en un estudio publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS). 

“Los cambios en la fisiología relacionados con la edad se acumulan desde la vida temprana, afectando a los sistemas de órganos años antes del diagnóstico de la enfermedad. Por lo tanto, la intervención para revertir o retrasar la marcha hacia los padecimientos vinculados con la edad deben programarse mientras que las personas aún son jóvenes”.

No es lo mismo comenzar estudios en personas de 70 años con Alzheimer, donde el daño cognitivo ya está en fase avanzada, que en un individuo 30 o 40 años menor, pues existe evidencia de que algunos de los primeros signos –cambios en el cerebro– de esta forma de demencia suelen aparecer más de dos décadas antes de la manifestación de los síntomas iniciales de la enfermedad. 

Diagnóstico con tecnología de punta 

Por décadas se ha utilizado el Test del Dibujo del Reloj (TDR) como un aliado para diagnosticar el deterioro cognitivo asociado con trastornos neurológicos, como el Alzheimer y Parkinson. 

Para evaluarlos, a los pacientes se les da una pluma y un papel en blanco, en el que deben dibujar un reloj cuyas manecillas marquen las 11 con 10 minutos. Luego, se les solicita que copien un reloj previamente dibujado que marca dicha hora.

El problema con dicha prueba es que los especialistas utilizan sistemas manuales de puntuación basados en su propia interpretación de las características de los trazos. 

Para mejorar esta técnica, desde hace siete años un grupo de neuropsicólogos del Laboratorio de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), entre otras universidades estadounidenses, han aplicado a pacientes el TDR en su versión mejorada: con un bolígrafo digital “que reporta su posición con gran precisión espacial y temporal, haciendo disponibles datos mucho más detallados sobre el comportamiento del individuo”, escriben los investigadores en un artículo.

Según Wired, al utilizar esta pluma digital con cámara integrada que mide la posición de la punta 80 veces por segundo, el equipo de expertos recogió datos de 2 mil 600 pruebas realizadas a lo largo de nueve años. 

El bolígrafo, llamado “Anoto Live Pen”, se utilizó en todas las pruebas, lo que significa que se registró una gran cantidad de datos, desde los movimientos precisos del usuario hasta cada vacilación.

La información se empleó para construir un software especializado y crear así el TDR digital, que ofrece “un número de capacidades únicas”. 

En lugar de solo “leer” el producto final (dibujo), el software permite “un nivel de análisis geométrico sin precedentes”, pues se captura toda la secuencia de comportamientos del paciente durante el proceso de dibujo, “cada golpe, pausa o titubeo”, explican los científicos.

Se encontró que las personas con memoria deteriorada toman más tiempo de lo normal para hacer su primer trazo, lo que puede responder a dificultades con la toma de decisiones o para recordar las instrucciones que se les dio en un inicio.

“Si bien nuestros modelos requieren pruebas adicionales para la validación, éstos ofrecen la posibilidad de una mejora sustancial en la detección del deterioro cognitivo antes de lo que ahora es posible, un desarrollo con un impacto potencial importante en la práctica”, concluyeron los especialistas.

Joven (solo) por fuera

El estudio, encabezado por el doctor Daniel Belsky, docente de la Escuela de Medicina de la Universidad de Duke, responde a la pregunta que todos nos hacemos: ¿por qué hay quienes se ven más jóvenes o viejos que otros a pesar de ser de la misma edad? 

Porque varía la “tasa personal de deterioro fisiológico”, es decir, el “ritmo de envejecimiento”, de acuerdo a los investigadores. 

Para llegar a esta conclusión, un grupo internacional de científicos evaluó a 954 adultos a las edades de 26, 32 y 38 años de edad en base a 18 “medidas biológicas” asociadas con el envejecimiento, como la presión arterial, el colesterol, el índice de masa corporal, el funcionamiento de los riñones, pulmones, el hígado y el sistema inmune, entre otras marcas fisiológicas que fueron obtenidas de una amplia investigación en la que se siguieron a más de mil personas desde su nacimiento, entre 1972 y 1973, en Dunedin, Nueva Zelanda. 

También se evaluó la salud dental y el estado de los pequeños vasos sanguíneos en la parte posterior de los ojos, que son un indicador de los vasos sanguíneos del cerebro, señala un comunicado. 

A decir de Belsky, el progreso del envejecimiento se manifiesta en nuestros órganos tal como lo hace en los ojos, las articulaciones y el cabello, pero de forma más temprana.

En base al análisis de estas medidas biológicas, calcularon la “edad biológica” de cada participante a los 38 años. A pesar de que compartían la misma edad cronológica, se encontró que algunos eran, biológicamente, menores de 30 años. 

Mientras que otros rondaban los 60 años. 

Para cuantificar el “ritmo de envejecimiento”, el mismo análisis se realizó con los datos del estado de salud medido cuando los voluntarios tenían 26, 32 y, nuevamente, 38 años. Se encontró que las personas que lucían mayores a los 38 años estaban envejeciendo a un ritmo más acelerado que otros, incluso tan rápido como tres años por año cronológico. 

Y no solo eso. Aquellos con una edad biológica más avanzada también mostraron un peor desempeño en pruebas de equilibrio, solución de problemas desconocidos y coordinación que suelen aplicarse a personas mayores de 60 años. Y reportaron mayores dificultades al realizar actividades físicas, como subir escaleras y pruebas de fuerza de agarre.

De acuerdo con Belsky, el objetivo final es intervenir en el proceso de envejecimiento de forma temprana y así prevenir múltiples enfermedades simultáneamente, en lugar de abordar los males de manera aislada. 

Envejecer a los 20

Una razón más para estudiar el envejecimiento en personas jóvenes: el declive cognitivo-motor comienza a partir de los 24 años de edad. Al menos esa fue la conclusión de un estudio realizado por investigadores de la Universidad Simon Fraser, en Canadá, luego de evaluar a más de 3 mil personas de entre los 16 y 44 años de edad al jugar el videojuego “StarCraft 2”.

Se trata de un videojuego de estrategia en tiempo real que requiere derrotar al ejército rival, lo que implica poner a prueba nuestras capacidades cognitivas, como la concentración y la memoria. 

Los investigadores utilizaron modelos estadísticos para analizar los registros del desempeño digital de los jugadores, que representaron 870 horas de movimientos estratégicos en tiempo real realizados en distintos niveles. 

Particularmente la forma en la que los jugadores respondieron a sus adversarios y, sobre todo, los tiempos de respuesta.

“Después de los 24 años, los jugadores muestran una desaceleración en una medida de velocidad cognitiva que se sabe que es importante para el rendimiento”, explicó en un comunicado Joe Thompson, estudiante de doctorado de psicología y autor del estudio publicado en PLoS ONE. 

Y aunque en el día a día no podemos medir los cambios cognitivos a nivel cerebral, al menos podemos analizar nuestra conducta. 

Porque no necesariamente es normal que una y otra vez salgamos de la casa sin las llaves o vayamos de la habitación a la cocina sin recordar el motivo, aunque estemos –o creamos estar– jóvenes. 

No se trata de alarmar, sino de tomar conciencia de que el envejecimiento del cerebro, como cualquier otro órgano del cuerpo, ocurre a lo largo de la vida, y no a partir de la tercera edad. 

Como dijo a CNN el doctor Richard Kryscio, director asociado del Centro de Alzheimer de la Universidad de Kentucky, “no todo el que tiene problemas de memoria termina con deterioro. Pero si podemos obtener algunas pistas de que hay algo que está pasando aquí y tratar a las personas desde el inicio, puede haber algo de esperanza (para la prevención)”. 

Ejercicio para el cerebro

La dosis exacta de actividad física para ganar tono muscular, adelgazar o mantener el peso nos la podrá recomendar el entrenador. Pero, ¿qué tanto debemos ejercitarnos para mejorar las capacidades cognitivas que se deterioran con la edad? 

“Una pequeña dosis de ejercicio” podría ser suficiente, dijo a The New York Times el médico Jeffrey Burns, profesor de neurología y codirector del Centro de la Enfermedad de Alzheimer de la Universidad de Kansas, tras encabezar un estudio realizado con más de 95 personas sedentarias y sanas de al menos 65 años de edad. 

Los participantes fueron divididos al azar en cuatro grupos conformados por quienes no realizaron cambios en su estilo de vida (grupo de control), y aquellos que completaron 75, 150 y 225 minutos a la semana de actividad física de intensidad a moderada durante 26 semanas. 

Antes y después de la rutina de ejercicio se probaron sus capacidades cognitivas, como la memoria verbal, atención, el razonamiento y procesamiento visoespacial.

Si bien las personas que entrenaron por más tiempo aumentaron su capacidad de resistencia, la duración de la actividad física no hizo la diferencia en términos cognitivos. 

“Nuestros datos sugieren que, en aquellos que se adhieren al programa de entrenamiento, los altos niveles de ejercicio no son necesarios para estar en forma y obtener beneficios cognitivos, apoyando la simple directriz clínica de que ‘cualquier ejercicio es bueno, más es mejor’”, señala el estudio, cuyos resultados fueron publicados en julio en PLoS ONE. 

“De hecho, una respuesta fisiológica al ejercicio (salud cardiorrespiratoria) fue mejor indicador que la dosis de actividad física en la predicción de beneficios cognitivos”. 

Lo importante es moverse. 

“El ejercicio aumenta el flujo sanguíneo al cerebro, llevando oxígeno y nutrientes a las células cerebrales”, comentó a la BBC la Dra. Susanne Sorensen, ex directora de investigación de la Sociedad de Alzheimer, en Reino Unido. 

“Esta es una posible explicación de por qué la demencia progresa más lento en personas que están en buen estado físico. El ejercicio también reduce tu riesgo de desarrollar demencia, por lo que es importante hacerlo con regularidad. Un corazón sano significa un cerebro saludable”. 

Dieta ‘para largo’

En su nuevo libro “Blue Zones”, el autor best seller estadounidense Dan Buettner da a conocer qué es lo que comen las personas más longevas del mundo, además de compartir recetas, anécdotas y sugerencias de alimentación obtenidas a lo largo de una década de visitas a las “zonas azules”, las comunidades donde habitan los más ancianos y saludables del planeta. 

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