Ponen el dedo en la llaga con la obra Deseo infinito
La obra Deseo Infinito revisita las historias de Nahui Olin y Antonieta Rivas Mercado, mujeres de principios del siglo XX que fueron un parteaguas para la liberación femenina y cuyas reflexiones, logros y deudas se ponen sobre la mesa bajo la mirada del siglo XXI
Karina CoronaBajo el ambiente del México de principios del siglo XX, una época de inequidad genérica, injusticias, rechazos y prejuicios, surgieron las voces de Antonieta Rivas Mercado y de Carmen Mondragón, conocida como Nahui Olin, quienes, sin pretensiones de cambiar al mundo, lucharon por un bien común y porque sus derechos fueran escuchados; no obstante, en ese momento, sus ideales fueron oprimidos.
Con el paso del tiempo esto ha ido cambiando y, gracias a diversas revisiones históricas, sus palabras toman sentido y son revisitadas para generar reflexiones en pleno siglo XXI.
Fue el caso del director Alberto Castillo, quien retoma sus palabras para crear la obra Deseo Infinito, pues ve la necesidad de que las mujeres y los hombres levanten la voz y lancen preguntas, como “¿de dónde venimos y qué es lo que ha sucedido en todos estos años?”. Así como cuestionarse qué se ha ganado y perdido en esa batalla.
“Si bien estoy trabajando acerca de la liberación femenina, que es inevitable que estas mujeres la provocaron, lo más bonito para mí es que lo hicieron sin querer, no fue algo de ‘vamos a hacer activismo’, fue para encontrarse a ellas mismas, desde su raíz, y por eso fueron tan enjuiciadas y su vida termina convirtiéndose en algo trágico”, platica Castillo a Reporte Índigo.
El deseo a 100 años
A través de una investigación de casi cuatro años, más nueve meses de preparación con el elenco, Alberto Castillo brinda un homenaje para que las palabras de estas mujeres salgan a la sociedad del siglo XXI y la cuestionen.
El director recuerda que hace 100 años Antonieta Rivas Mercado, por ejemplo, se preguntaba sobre el divorcio entre los matrimonios y el por qué impedirlo cuando ya no había amor entre los cónyuges.
“Suena bien fácil, pero resulta que el divorcio no era bien visto y, evidentemente, para la mujer, cuando se divorciaba era una puta, y el hombre no. Nos parece ahora tan simple, banal, y no, tiene un peso tan importante y es lo que hace que ellas se conviertan en estandartes en estos momentos”, explica.
Con Deseo infinito se pretende que el público voltee al pasado y cada uno tome sus propias conclusiones sobre el devenir de herencias aprendidas y, si es el caso, reconstruirse.
Para ello, toma la vida de cuatro personajes, la de Mondragón, Mercado, Manuel Rodríguez Lozano y Gerardo Murillo, Dr. Atl. El objetivo principal no es contar su vida, sino cómo la veían.
“Manuel Rodríguez fue esposo de Nahui Olin y el amor platónico de Antonieta, él es importante porque era homosexual. De ahí viene mi tesis con respecto de la obra, son personajes marginados, relegados, que por el hecho de ser quien tú eres, la sociedad te castiga y nulifica”, abunda.
Por otro lado, Dr. Atl fue amante de Nahui Olin y por sus posturas políticas en aquel México fue callado. “Cualquier parecido con nuestra realidad es pura coincidencia, pero habría que ver cuáles son las diferencias y similitudes en estos 100 años con respecto a las mujeres, homosexualidad, artistas y preferencias políticas”, agrega.
Alberto considera que sí hay logros, como el que la mujer ya ejerza su derecho a estudiar y trabajar, algo que no se permitía en esa época; no obstante, cree que todos los ideales se han deformado al grado de no saber, siquiera, en realidad qué es, por ejemplo, el feminismo, una posición política o lo que implica ser artista.
Esto lo podría aludir a la actualidad, con el uso de las redes sociales, pero confiesa que no tiene la respuesta ante tal cuestionamiento.
“Antonieta dijo que la mujer mexicana es una mujer inacabada, lo dice hace 100 años, y yo sigo pensando eso, sigue sin estar bien estructurada; creo, en general, como sociedad estamos perdidos, yo mismo no sé qué pensar, cualquier comentario es muy peligroso, por eso yo digo las palabras de estas mujeres.
“Está padre que la mujer ya trabaje, esté educada, pero, ¿realmente ha servido para su beneficio? A la hora de sopesar, ¿realmente han sido cosas buenas o nosotros lo hemos deformado? Estamos perdidos, y no nada más en México, es a nivel mundial, por eso es importante voltear atrás y ver dónde se perdió la brújula. Yo pongo el dedo en la llaga y cada quien que haga sus propias reflexiones”, afirma.
El trabajo en escena de Deseo infinito
En Deseo Infinito se busca una actuación contemporánea que logre una interpretación dinámica, a través de un actor-creador que controle conscientemente sus medios expresivos, construyendo un personaje de forma veraz entrando en su esfera emocional y revalorando su plasticidad corporal y de movimiento, utilizando su propia persona como material de la creación.
Cada cuadro tiene su propio universo, su principio, nudo y desenlace, que los lleva a cambios importantes en su vida, para darles su propio sentido construyendo a detalle las circunstancias dadas del personaje en ese momento.
“Confieso que fue difícil hacer la síntesis de cuatro personajes que tienen una historia con tanta carne y entrañables. Y otro de mis objetivos, siendo super pretencioso, es que al público les provoque curiosidad para que conozcan estos personajes, no estamos presentando su biografía, son momentos de su vida que sacamos y reinterpretamos”, añade.
El director, a través de un trabajo de laboratorio en el que cada actor, actriz y equipo en general, recurre a su libertad creativa y la pone al servicio de la puesta en escena, lo que le ha permitido que la obra, aún pese a la pandemia y sus complejidades, salga adelante.
Todo este proceso le ha brindado grandes enseñanzas, desde aprender de su equipo, así como de las palabras de Antonieta Rivas Mercado y Nahu Olin.
“Estoy satisfecho, ha sido un trabajo enriquecedor, muy íntimo y gozoso, de nueve meses intensos, pero muy disfrutables. Nunca voy a poder olvidar a estos cuatro personajes, me va a costar trabajo irlos soltando, pero no puedo hacerme a un lado y no hacerles caso, debo tomar cartas de mi propia existencia y atreverme a ser quien soy”, manifiesta Alberto Castillo.