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‘No hay inocentes’

Marçal Aquino es un escritor inusual. Un experiodista ahora literato de tiempo completo, profesional de escuchar y autor de novelas también inusuales. Así que comenzó la entrevista con Reporte Indigo de una forma igualmente inesperada: haciéndome una pregunta. Y sonrío cuando dije que sí, el final de su libro “El invasor” me había sorprendido y, posiblemente, provocado pesadillas.

Pareció satisfecho.

"Tanto lo malo como lo bueno está en las calles. Necesitas caminar con los ojos y los oídos abiertos"
Marçal AquinoEscritor y guionista

Marçal Aquino es un escritor inusual. Un experiodista ahora literato de tiempo completo, profesional de escuchar y autor de novelas también inusuales. Así que comenzó la entrevista con Reporte Indigo de una forma igualmente inesperada: haciéndome una pregunta. Y sonrío cuando dije que sí, el final de su libro “El invasor” me había sorprendido y, posiblemente, provocado pesadillas.

Pareció satisfecho.

Firmó mi ejemplar con la misma sonrisa, solo prolongada, y comenzamos lo que se sintió más como una conversación que un interrogatorio, lo que explica que Aquino se haya denominado un “experto en escuchar”.

La novela cuenta una historia, sí – la de dos socios de una constructora que contratan a un asesino para matar al socio mayoritario, y se ven sorprendidos por las interminables consecuencias de su decisión– pero sus respuestas poco hicieron referencia a ella.

Un incómodo parecido

La razón es sencilla: “El invasor” es, más bien, una fábula moral, que se comenzó en 1997 y fue puesta en pausa para ser transformada en guión. Así que el libro no fue publicado en Brasil hasta el 2002, al mismo tiempo en que la cinta llegó a los cines, y apenas aterriza en México.

“Escribí la novela porque en aquel momento me parecía que São Paulo vivía una ola de violencia muy intensa, y las personas se quedaban indiferentes”, dijo el experiodista, “y me pareció que ese era el mayor peligro”.

Como contexto, una historia. La idea de “El invasor” vino de un empresario brasileño, que habiendo vivido en Estados Unidos durante muchos años regresó a su país de origen con su familia norteamericana.

Cuando Aquino le preguntó qué se sentía llegar de una ciudad “pacata” –calmada, pacífica– a lo que era prácticamente una zona de guerra, el hombre respondió que él no tenía nada que ver con la realidad, gracias a su equipo de seguridad, autos blindados y viajes en helicóptero.

El escritor replicó que probablemente su cocinera y sus guardaespaldas venían de una favela, y estaban ahí, dentro de su casa. Y el empresario calló.

“No es posible decir ‘A mí no me toca’. Creo que todos tenemos que ver con lo que pasa a nuestro alrededor”, explicó. “No hay espacio para decirte inocente”.

Para Marçal Aquino, la respuesta a la violencia debe ser la indignación permanente, porque cualquier otra reacción es facilitar la continuación del ciclo.

La historia no podría haber llegado en mejor momento a nuestro país, precisamente al borde de un brote de indignación como la que el escritor pretende incitar con su obra, y que hace que la novela se sienta indudablemente actual, a pesar de que tiene casi 20 años de haber sido concebida.

México y Brasil, asegura, son “incómodamente parecidos”, por causas difíciles de ignorar.

“La contaminación, la sobrepoblación, los autos… y en este momento el increíble nivel de violencia, la barbarie no tiene límites”, señaló Aquino.“Parece que jugamos un campeonato de barbarie, en el que todos los días las cosas se superan”.

Para Marçal, los humanos se han olvidado de que lo son, y han dejado atrás las reglas esenciales de la vida en comunidad, en sociedad.

“Regresamos a un tiempo primitivo, donde si se quiere una cosa, se toma, agrediendo o matando”, afirmó. “Aceptamos cosas que no son aceptables como normales. Esta normalización de la violencia como parte de la vida cotidiana me parece lo más grave de estos tiempos”.

Y lo que más se ha perdido, asegura, es el valor de la vida humana. Al escritor le parece increíble que “tanto en México como en Brasil, la vida humana, nada vale”, y que la toma de decisiones sigue la pauta de la ambición, de la búsqueda de posesiones y dinero.

Y aunque la concientización no es el objetivo principal de su obra –ese es que el lector lo disfrute–, cree que la literatura ofrece la oportunidad de hacer un comentario sobre su tiempo, y de hacer pensar al lector sobre la situación en la que está inmerso.

“Creo que la ambición y la traición son cosas comunes de la especie humana”, dijo el autor. “No creo que las personas sean solamente buenas o malas, es ingenuo pensar de esa manera, pero creo que la ética en la vida en sociedad es necesaria: hay principios, hay reglas que hay que respetar”.

El escritor de la calle

Y la sociedad apasiona al autor, que la observa como forma de obtener información para su arte.

“Yo necesito estar en las calles para escribir, no me veo como un escritor encerrado en su despacho”, dijo emocionado. “Necesito oír a las personas, ver las cosas. Tanto lo malo como lo bueno está en las calles”.

De hecho, Aquino admitió que de vez en cuando va por el metro con los audífonos puestos, pero sin haber puesto música. Solamente usándolos como manera de escuchar sin parecer intrusivo.

“Es perfecto porque aprendo a escribir diálogos”, señaló.

Y sus historias seguirán llegando. En México, su novela “Yo recibiría las peores noticias de tus lindos labios” –cuyo título, bromeó, tiene que llevar apuntado en la mano para no olvidar– se publicó el año pasado. Y en el 2015 llegará “Cabeça a prêmio”, cuyo título en español será algo parecido a “Por esta cabeza se paga”.

Mientras tanto, “El invasor” trae una buena dosis de suspenso, paranoia y redacción cautivante, directamente del escritor que ama escuchar, y el oyente que ama escribir. 

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