En ‘personaje’ propio

Cuando leemos, aprendemos. Es un hecho, aprendemos sobre países o mundos que no conocemos, lugares, cosas, estilos de vida.

Y no solo eso, también experimentamos las emociones de los personajes como si fueran propios, derramamos lágrimas, se nos encoge el corazón e incluso cerramos el libro y lo dejamos para después cuando queremos reponernos de una escena contundente.

“La obsesión con personajes ficticios puede causar apegos emocionalmente discapacitados, llenos de ansiedad, fantasía y excesiva dependencia”
Mary-Lou GalicianDirectora de Análisis y Crítica de Medios
"‘Experience-taking’ puede ser una forma muy poderosa para cambiar nuestro comportamiento y pensamientos de manera beneficiosa y trascendente”
Lisa LibbyDoctora en Psicología Social

Cuando leemos, aprendemos. Es un hecho, aprendemos sobre países o mundos que no conocemos, lugares, cosas, estilos de vida.

Y no solo eso, también experimentamos las emociones de los personajes como si fueran propios, derramamos lágrimas, se nos encoge el corazón e incluso cerramos el libro y lo dejamos para después cuando queremos reponernos de una escena contundente.

Un estudio encabezado por Lisa Libby, doctora en Psicología Social por la Cornell University y Geoff Kaufman, investigador en el Tiltfactor Laboratory en el Dartmouth College, ambos investigadores de la Ohio State University, señala que las personas pueden cambiar cuando adoptan la identidad de los personajes y adquieren sus experiencias y creencias.

Esta investigación fue publicada en marzo de este año en el Journal of Personality and Social Psychology, y asegura que, aunque sea de manera temporal, al impregnarnos de lo que proviene de los personajes puede cambiar la vida de las personas. A esto se le llama “experience-taking” o “tomar la experiencia”.

“‘Experience-taking’ puede ser una forma muy poderosa para cambiar nuestro comportamiento y pensamientos de manera beneficiosa y trascendente”, dijo Libby.

Por su parte, Kaufman afirmo que “(‘experience-taking’) nos cambia al permitirnos unir nuestras propias vidas con las de los personajes sobre los que leemos, lo cual puede provocar buenos resultados”.

Somos lo que leemos

Los autores del estudio afirman, tras hacer los experimentos, que un lector puede quedar sumergido en un libro cuando se logra identificar con un personaje, a tal grado que se olvidan de su propia identidad.

El estudio señala que los cambios en el juicio propio, el comportamiento y la actitud que se generan por la inmersión del lector en la vida del personaje, sí pueden cambiar la vida real, pero no se sabe qué tanto puede durar este efecto. 

Se hicieron seis experimentos para probar a qué grado las personas sentían las emociones, pensamientos y hasta el comportamiento de personajes ficticios.

En los primeros tres experimentos se demostró que las personas “sueltan” su identidad para experimentar la del personaje, mientras leen.

Sin siquiera haber participado en el estudio, me sentí identificada. Desde mi niñez, cuando leo quedo inmersa en los mundos, historias, hasta en las características de los personajes. Siento dolor, alegría, nervio, miedo y hasta angustia –si ese es el caso– por cierto personaje. 

Mi adrenalina se dispara con cada escena y estoy casi segura que si eres un amante de la lectura, tu corazón también late a mil por hora durante una situación de suspenso puro.

Incluso, la investigación señala que si el lector se encuentra en una habitación con espejo, es menos probable que experimente el fenómeno de adoptar la identidad de un personaje porque su propia imagen funcionaría como recordatorio de la realidad. 

En los tres experimentos restantes, se analizaron las características literarias que más influyeron para que las personas “tomaran la experiencia”. 

Experimentos a detalle

En uno de los seis, participaron un total de 82 estudiantes, a quienes se les pidió que leyeran una historia corta que trataba de un estudiante que sufría de varios obstáculos para votar.

Se leyeron varias versiones de esa historia al grupo, escritas en primera y tercera persona. En una de ellas, el personaje del estudiante atendía la misma universidad que los participantes y en la otra no.

Luego, se les aplicó un cuestionario que evaluaba qué tanto habían adoptado la perspectiva del personaje. Los que leyeron la historia en primera persona –con el estudiante en la misma universidad– tuvieron el nivel más alto de “experience-taking”.

Otro experimento involucró a 70 estudiantes y una historia “en la vida de…” otro estudiante. Había tres versiones: una en la que el personaje del estudiante se había declarado homosexual desde antes del fragmento que leyeron los participantes, otra en la que la homosexualidad se revelaba tarde y la tercera, en la que el estudiante era heterosexual.

Los participantes que tuvieron más “experience-taking” fueron los que la homosexualidad se reveló tarde en la historia. Además, fueron menos prejuiciosos ante la homosexualidad, en comparación con los lectores de las otras dos versiones.

“Si los participantes sabían con antelación que el personaje no era como ellos (en el caso del homosexual, por ejemplo), eso los privaba un poco de verdadera ‘experience-taking’”, explica Lisa.

Este fenómeno significa que realmente se “reemplaza” la autenticidad e identidad de cada persona con la del personaje.

Y tú, ¿te identificas con algún personaje de ficción? ¿te ha cambiado la vida sufrir la tensión por la que todos hemos pasado con historias como “The Tell-Tale Heart” de Edgar Allan Poe o “The Shining” de Stephen King?

Loco, impulsivo y falso amor 

La identificación con la heroína de la ficción y el alcance de una novela romántica se mide con la popularidad que tiene en el sector femenino, con historias de amor, pasión y seducción a través de los personajes “perfectos” y pueden convertirse en una obsesión.

Esta  obsesión “con personajes ficticios puede causar apegos emocionalmente discapacitados, llenos de ansiedad, fantasía y excesiva dependencia”, dice Mary-Lou Galician, directora de Análisis y Crítica de Medios en la Walter Cronkite School of Journalism and Mass Communication de la Arizona State University.

Las mujeres que se enamoran perdidamente de un personaje, tienen dificultad para tener una relación en la vida real. En gran parte se debe a que las expectativas están irrealmente altas y crean mucha dependencia hacia la figura masculina.

No solo cuando somos “niñas” estamos enamoradas del “príncipe azul”, las mujeres que anhelan vivir las mismas experiencias sentimentales que las de las novelas de romance, se formulan una idea errónea y poco real de lo que significa y construye el amor.

Por si fuera poco, hay mujeres que llegan a un límite de obsesión tal que se crean relaciones sentimentales imaginarias con su héroe de la ficción.

La depresión y el desencanto llega cuando se dan cuenta de que su “príncipe” no existe y está constituido por tinta y papel.

A este fenómeno se le llama el “False Love Syndrome” (Síndrome del Amor Falso, en inglés).

El Síndrome del Amor Falso se caracteriza, principalmente, por una “ilusión tan poderosa que resulta difícil imaginar un tipo de amor más realista”, según Stan Katz, psicólogo clínico y forense norteamericano y la escritora Aimee Liu, en su libro “False Love and Other Romantic Illusions: Why Love Goes Wrong and How to Make it Right”.

‘Darcymanía’

¿Eres alguna de las “falsamente” enamoradas? Es muy fácil “caer”. Aunque la referencia más actual es el frenesí por Edward Cullen, protagonista de la saga de “Twilight”, no es el primer “rompecorazones” y por supuesto que no será el último. 

En 1995, Inglaterra (y después el mundo) desencadenó la ola más desenfrenada por un hombre de la ficción. Se trata de Mr. Darcy, el protagonista de la novela “Orgullo y Prejuicio” de Jane Austen, a quien el actor Colin Firth personificó para la serie de televisión homónima de la cadena BBC (confieso que yo también formé parte de esa ola cuando leí por primera vez la novela).

Darcy es considerado un ícono en las novelas de romance y la historia de la literatura de habla inglesa. 

Cabe destacar que cuando se dio la “Darcymanía” no existían las actuales redes sociales, ni el alcance masivo que tienen, pero aún así el revuelo fue frenético. La serie ha sido transmitida en varias ocasiones y Firth tiene poco de superar ese estigma o estereotipo. A veces lo llamaban Darcy, no Colin.

Darcy representa el estereotipo del hombre ideal. Misterioso, millonario, caballero, serio y observador. Pero si fuiste de las que formamos parte de esa ola y frenesí por este hombre de la ficción, entenderás perfectamente la pasión por un hombre que en las grandes fiestas que se describen en la novela, se recargaba a observar, con aires de altanería y soberbia, pero que en el fondo, la persona más generosa y apasionada, un hombre que ponía nerviosa a cualquiera que lo leyera.

Darcy: la fórmula perfecta

El éxito de Darcy traspasa a la simple idea de un galán ficticio por naturaleza. Por lo menos hay tres factores fundamentales que dieron vida a la “Darcymanía”.

El primero es Jane Austen. La autora del libro supo retratar perfectamente a un hombre- que seas la mujer del tipo que seas–por el que todas caerían rendidas sin esfuerzo alguno.

Colin Firth. Ni mandado a hacer se pudo haber encontrado mejor opción para encarnarlo. La capacidad histriónica del actor se fusionó con la esencia del personaje en una misma cosa.

Por último, Jennifer Ehle. La actriz que personificó a la pareja sentimental de Darcy, Elizabeth Bennet, también fue parte de un casting perfecto y la química con Firth fue tal que las características del galán ideal destacaron utópicamente. No está de más decir que fuera de la pantalla eran pareja en esa época, lo que pudo ser un tanto determinante.

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