México: laboratorio de genios

México es un diamante de sustentabilidad en bruto, pero también es un laboratorio en el que se crean productos sin precedentes. En el país hay grandes talentos en los campos de ciencia y tecnología, pero eso no es suficiente para que se invierta en ello.

De hecho, México es de las naciones que menos invierten en dichos rubros. Este año, el presupuesto para la ciencia y la tecnología disminuyó 5.7 por ciento, en comparación con el 2016.

5.7%
Disminución del presupuesto que destinó el país para la ciencia y la tecnología, éste 2017
Los avances de los mexicanos en ciencia y tecnología son una esperanza para combatir, tratar y prevenir distintas enfermedades
México es responsable del 1.67 por ciento de las emisiones de gases tóxicos en el mundo

México es un diamante de sustentabilidad en bruto, pero también es un laboratorio en el que se crean productos sin precedentes. En el país hay grandes talentos en los campos de ciencia y tecnología, pero eso no es suficiente para que se invierta en ello.

De hecho, México es de las naciones que menos invierten en dichos rubros. Este año, el presupuesto para la ciencia y la tecnología disminuyó 5.7 por ciento, en comparación con el 2016.

Para hacerse una idea, el promedio de Gasto en Investigación y Desarrollo Experimental (GIDE), en los países que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) es de 2.39 por ciento del PIB. En México esa cifra es del 0.57 por ciento para la ciencia.

A pesar de ello y de que la República Mexicana se distingue por la fuga de talentos (los perfiles destacados son “exportados” al extranjero), hay grandes avances y proyectos prometedores que colocan a los mexicanos a la altura de otros países.

Por ejemplo, esta semana se dio a conocer que científicos mexicanos crearon material sintético capaz de regenerar tejido óseo (de los huesos). Este nuevo compuesto se reabsorbe y es biocompatible.

Lo más inspirador es que este proyecto corrió a cargo de Patricia Victoria Pérez Luna y Brenda Lizeth Arroyo Reyes, jóvenes estudiantes de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, e Irving Fernández Cervantes, quien cursa la maestría en el Centro de Investigación Científica de Yucatán A.C.

Este proyecto fue acreedor del Premio Javier Barros Sierra 2017, el cual es otorgado por la Fundación UNAM A.C. y la Academia de Ingeniería de México (AIM).

Y fue posible gracias a la implementación de un modelo matemático con el que se diseñan materiales que tienen forma de tejido óseo y, que al imprimirse con tecnología de 3D, se puede producir en masa.

“Actualmente muy pocas empresas generan este tipo de materiales y, por ejemplo, en México una de ellas emplea hueso bovino para la producción. El nuestro se obtiene totalmente de manera sintética a base de dos polímeros y un cerámico, la hidroxiapatita que es un fosfato de calcio que todos tenemos en los huesos”, dijo Fernández Cervantes.

Y es que proyectos e iniciativas como esta son una luz en el camino para aumentar la expectativa de vida y para combatir, tratar y prevenir problemas como cáncer y osteoporosis, la cual afecta a casi 10 millones de personas en México, de acuerdo al Centro de Especialidades Médicas Integradas (EMI).

De ese total, alrededor de 6.7 millones de mexicanos con osteoporosis tienen entre 35 y 60 años de edad.

Por el hombre y el planeta

No solamente se pretende aumentar la expectativa y calidad de vida de la población, en el país las grandes mentes del mañana también buscan el cuidado y la concientización del medio ambiente.

Prueba de ello es el éxito que obtuvieron químicos de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) al producir nuevos biocombustibles, a partir de residuos de uso humano como azúcar y aceites vegetales.

Con ello se obtiene una nueva alternativa que disminuirá las emisiones de gases tóxicos que dañan la atmósfera, los ecosistemas y, claro, la salud del ser humano.

El biocombustible creado por la UAQ utiliza hidrógeno para que los automóviles rindan mejor y dio pie a que se construya un nuevo edificio dentro de la institución mencionada, con el fin de que ahí se produzcan y distribuyan nuevos combustibles.

“Para generar el bioetanol se emplean técnicas de fermentación que se logran gracias al uso de un bioreactor, que es un recipiente en el que se genera este combustible a partir de una levadura llamada Saccharomyces cerevisiae, que transforma los azúcares empleados en etanol”, señaló Jorge Gracida Rodríguez, quien es investigador e ingeniero químico de la universidad.

Saúl López Ordaz, también químico e investigador, indicó que “se han hecho pruebas con los camiones cada dos meses para verificar la disminución de emisiones y se ha encontrado que se reducen de un 40 a 50 por ciento los gases tóxicos. Estos biocombustibles son generados a partir de aceites de consumo humano obtenidos de cafeterías”.

La Secretaría de Energía para la producción del biocombustible, así como la Secretaría de Desarrollo Sustentable del Gobierno del Estado de Querétaro ya aprobaron la producción de este combustible, así como el uso de los residuos para elaborarlo.

Para cuidar al planeta se necesitan hacer cambios como esta nueva alternativa y México lo sabe, ya que procura reducir sus emisiones de gases tóxicos.

El país es responsable de emitir 723.9 toneladas métricas de carbono hacia la atmósfera, lo que equivale al 1.67 por ciento de las emisiones del mundo, según el Instituto de Recursos Mundiales.

Juntos por la ciencia

México y España se unieron con el fin de difundir las iniciativas y proyectos  científicos en los que trabajan ambos países.

Un total de 68 investigadores de diferentes disciplinas crearon la Red de Científicos Españoles en México (RECEMX), la primera colaboración de este tipo en América Latina.

Este equipo bilateral está compuesto por astrónomos, biólogos, antropólogos, físicos, matemáticos y geógrafos, quienes en su mayoría son descendientes de los españoles exiliados durante la Guerra Civil.

“No creo que la investigación tenga una nacionalidad, es un ejercicio universal (…) La UNAM tiene dos sistemas muy claros: el de la docencia y la investigación. Y en este último cuida a sus investigadores al proporcionarle recursos y al premiar al que tiene resultados (…)”, dijo a la Agencia Sinc José Manuel Crespo, uno de los integrantes de la RECEMX.

Y agregó que “la red sirve para conocernos, superar situaciones mejorables como colectivo emigrante, compartir información laboral, realizar trabajos de investigación conjuntos, y para ser más fuertes”.

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