Todo por una selfie

Kirill Oreshkin solía tenerle miedo a las alturas. Pero su búsqueda de la fotografía perfecta lo ha llevado a niveles que nunca imaginó, y ahora el temor ha desaparecido.

“El miedo se fue con la experiencia”, explica el fotógrafo ruso en un video para la revista Vocativ. Y vaya que el joven tiene historias que contar.

Kirill Oreshkin solía tenerle miedo a las alturas. Pero su búsqueda de la fotografía perfecta lo ha llevado a niveles que nunca imaginó, y ahora el temor ha desaparecido.

“El miedo se fue con la experiencia”, explica el fotógrafo ruso en un video para la revista Vocativ. Y vaya que el joven tiene historias que contar.

Sin ningún equipo más que su cámara y su valor, ha llegado a los puntos más elevados de edificios y puentes a lo largo de Europa, pero la mayor parte de ellos en Moscú. A veces lo acompañan algunos amigos, que como recompensa obtienen una imagen inolvidable. Oreshkin se ha tomado, también, algunas selfies muy extremas.

Sin embargo, el joven afirma que su meta es capturar imágenes que no podría conseguir desde otro ángulo.

“Me gusta ver y estudiar la ciudad desde diferentes puntos de vista y tomarle fotos. Mi meta son las imágenes inusuales, que además tengan buenos colores y composición”, señala. Para conseguirlo, a veces recurre a técnicas que muy pocos fotógrafos considerarían, como colgarse de la cornisa de los edificios. Esta habilidad le ha ganado el apodo de “El hombre araña ruso”.

“Puedo hacer cosas que al principio no me atrevía a intentar”, revela Oreshkin. Y aunque al principio su intención era superar nuevos retos, ahora solamente lo hace por gusto. “Ya no se trata de superarme a mí mismo, de verdad disfruto hacerlo”.

Los momentos de mayor peligro suceden cuando el edificio que el fotógrafo escala aún se encuentra en construcción, como es el caso del Mercury City Tower. El rascacielos tendrá 75 pisos, y sus 338.8 metros de altura lo convierten en el más alto de Europa. Oreshkin alcanzó la azotea.

¿En qué piensa cuando está cerca de las nubes? Según el propio Oreshkin, “nada especial” pasa por su cabeza. “Solo me concentro en aferrarme y seguir vivo. Una vez que agarro confianza, el miedo se va”.

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