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El sueño de todo ladrón

Los museos son el “blanco” perfecto para cualquier criminal: albergan objetos tan fáciles de transportar y con un valor de decenas de miles de millones de dólares. 

De hecho, el FBI estima que este mercado tiene un valor de 6 mil millones de dólares al año. 

“Esto lo sitúa como la cuarta empresa criminal más importante del mundo, después del mercado de las drogas, el lavado de dinero y la venta de armas ilegales", según la Interpol. 

Los museos son el “blanco” perfecto para cualquier criminal: albergan objetos tan fáciles de transportar y con un valor de decenas de miles de millones de dólares. 

De hecho, el FBI estima que este mercado tiene un valor de 6 mil millones de dólares al año. 

“Esto lo sitúa como la cuarta empresa criminal más importante del mundo, después del mercado de las drogas, el lavado de dinero y la venta de armas ilegales”, según la Interpol. 

Es difícil decir cuánto dinero exacto se está generando del robo de arte. Sabemos que miles de millones de dólares en arte son robados cada año, pero los museos, coleccionistas y aseguradoras mantienen las cifras en secreto.

Sobre las piezas no recuperadas, es difícil decir cuántas han sido destruidas, abandonadas o colgadas en los áticos de coleccionistas extravagantes. Y en todo caso, la destrucción de una obra histórica no solo mutila a un museo, mutila la memoria de la humanidad.

Por lo tanto, el museo más grande del mundo ya no es el Louvre de París, sino el mercado negro internacional. Y las cifras de recuperación de las piezas son aún más preocupantes. 

Solo entre un 5 y un 8 por ciento de las obras vuelve a su museo. El Art Loss Register, que tiene la mayor base de datos del mundo sobre arte perdido o robado, afirma que Picasso encabeza la lista con 574 obras robadas. En otras palabras, si el mito construido sobre “el misterioso coleccionista” que comisiona el robo por el puro placer de la propiedad es rotundamente rechazado por los expertos, entonces, ¿qué diablos pasa con las obras maestras después de que las roban? 

Crónica de un robo

1. El robo de obras de arte y antigüedades atraen año con año a lavado de dinero, galeristas corruptos, narcotraficantes, coleccionistas sin escrúpulos y, algunas veces, hasta a terroristas. 

En la mayoría de los casos estas personas saben poco de la obra del artista en cuestión y desconocen que tratan con obras de cientos de años que necesitan de un cuidado especial. 

El daño que sufren las obras durante el robo y la falta de condiciones ambientales adecuadas, son tan solo algunos aspectos que afectan a una obra, que ya se empezó a devaluar desde el momento mismo en que fue sacada del museo, pues las obras robadas no tienen un valor en el mercado legal sin son demasiado famosas. 

2. Tras el atraco, los ladrones esperan hasta que la noticia del robo sea informada en los medios para ver el valor de las obras. Y se calcula el porcentaje de la recompensa o venta en el mercado negro, que sería entre un 3 y un 10 por ciento de su valor legítimo. 

Es decir, por una obra estimada en 300 millones de dólares, se pagará cerca de 30 millones. Por ese motivo las personas que roban piezas de arte con la idea de venderlas después, fracasan en el intento, y deberían de saber que es un negocio arriesgado y nada rentable. 

Pero, si el robo se hizo por expertos y miembros de la delincuencia organizada, esta obra podría ser utilizado como garantía o financiamiento para un negocios de drogas, tráfico de armas, tráfico de tabaco, trafico de personas y otras actividades ilícitas. Ya que una vez que las normativas que regulan el blanqueo de dinero entraron en vigor, el uso de dinero en efectivo se ha vuelto inseguro para los traficantes. 

3. Muchos piensan que el “rescate” funciona para devolver las obras a las instituciones de las que fueron robadas, pero esto rara vez tiene resultados e incluso, muchos otros afirman que ofrecer rescate por obras robadas, incentiva el mismo robo de las piezas. Si acaso, un museo (o una compañía de seguros) ofrece  una recompensa, es por información que conduzca a la recuperación de una obra. 

A pesar de esto, poco se hace para evitar la delincuencia de arte. La escuadra nacional que combate los crímenes de arte cuenta con 30 oficiales en Francia. 

La Scotland Yard de Londres tiene 12, que en su mayoría son profesores de arte y arqueólogos, en asociación con los detectives. Italia tiene el mayor número de detectives de arte y antigüedades con 300 elementos. 

4. Contrario a lo que se cree, una pintura no tiene que ser vendida en una subasta para obtener una ganancia. Incluso si se queda para siempre en el mercado negro, se utiliza como una especie de pagaré en un acuerdo de armas o drogas. 

Una sentencia de prisión, por ejemplo, podría ser reducida en algunas jurisdicciones, a cambio de la ayuda de un criminal en la recuperación de un Picasso desaparecido. En efecto, los delincuentes profesionales utilizan la obra robada como moneda de cambio, pues un lienzo sin marco, es más fácil de mover a través de las fronteras que dinero suelto o drogas.

5. Una alternativa para los criminales es robar obras de arte en comisión por un coleccionista privado. El coleccionista nunca ofrecer el precio real, pero elimina los riesgos de encontrar un comprador. 

Pero, en esta ecuación de corrupción, son dos las partes que ven la obra robada como extremadamente valiosa: el museo y la compañía de seguros, que es la que debe cubrir el costo total de las piezas robadas. Es el deseo de los propietarios y las aseguradoras las más interesadas en recuperar obras. 

El más valioso y vulnerable

Era un lunes y el Louvre estaba cerrado. Como era habitual para el museo en ese día de la semana, solo los trabajadores de mantenimiento, limpieza, personal, curadores, y algunos otros empleados recorrían los pasillos del edificio que alguna vez fuera la residencia de los reyes de Francia, y que durante siglos había acogido los tesoros artísticos de una nación. 

Entre conquistas y riqueza, el Louvre podía presumir de ser el más grande centro de arte en el mundo. Pero incluso entre toda esa colección de obras maestras, una pintura siempre se destacó del resto: la “Mona Lisa”. 

Las rondas de vigilancia comenzaban por la mañana. Durante la ronda de la mañana del 21 de agosto de 1911, el director de mantenimiento del Louvre, señaló a la “Mona Lisa” de Da Vinci, y le comentó a un compañero de trabajo que “era el objeto más valioso en el museo, dicen que vale más de un millón y medio”, echando un vistazo a su reloj mientras caminaba a la siguiente sala.

Su reloj marcaba las 7:20 a.m. y como cada lunes, el enorme museo se sentía sereno y silencioso. Para las 8:35 a.m., que el director de mantenimiento pasó de nuevo por la sala donde se encontraba colgado el cuadro, señaló que la pintura no estaba. 

Se sorprendió primero, pero instintivamente asumió que el personal del departamento de restauración lo había descolgado para darle tratamiento y, entonces, bromeó con uno de sus trabajadores: “¡Seguro que las autoridades lo han quitado porque pensarían que lo íbamos a robar!”. 

En aquel tiempo, si de casualidad alguien más había notado que el cuadro más valioso de Francia no estaba colgado en su lugar, también habría asumido que estaba en restauración y no habría hecho indagatorias. 

Increíblemente, no fue sino hasta el día siguiente, que el museo abrió al público, cuando un turista mostró su indignación por no poder ver el cuadro, cuando las autoridades se dieron cuenta de que la pieza más importante, del museo más importante del mundo, había sido robada. Se habían llevado a la “Mona Lisa”. Era la primera vez que se vivía un caso como tal. 

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