El pequeño, pero peligroso, enemigo de Trump

En medio del ambiente de alta tensión que se vive en Asia, y a pesar de las advertencias internacionales, el régimen de Corea del Norte encabezado por Kim Jong-Un continúa sus ensayos de misiles en un abierto desafío a Estados Unidos y su presidente Donald Trump.

Al parecer el inquilino de la Casa Blanca encontró a su némesis, un líder que mantiene a Corea del Norte bajo su puño de hierro, que responde con desafíos al “Tío Sam” y fortalece su programa nuclear pese a la condena internacional.

“Estamos completa-mente preparados para afrontar cualquier tipo de guerra con nuestras armas nucleares si Estados Unidos ataca la península de Corea”
Choe Ryong HaeVicepresidente del Partido de los Trabajadores

En medio del ambiente de alta tensión que se vive en Asia, y a pesar de las advertencias internacionales, el régimen de Corea del Norte encabezado por Kim Jong-Un continúa sus ensayos de misiles en un abierto desafío a Estados Unidos y su presidente Donald Trump.

Al parecer el inquilino de la Casa Blanca encontró a su némesis, un líder que mantiene a Corea del Norte bajo su puño de hierro, que responde con desafíos al “Tío Sam” y fortalece su programa nuclear pese a la condena internacional.

“Estamos completamente preparados para afrontar cualquier tipo de guerra con nuestras armas nucleares si Estados Unidos ataca la península de Corea”, son las palabras del segundo hombre más importante del régimen norcoreano, Choe Ryong Hae.

Esa fue la respuesta del régimen norcoreano al despliegue en la región de la flota estadounidense, encabezada por el portaaviones Carl Vinson, que ha sido considerado por Corea del Norte como una amenaza y un factor de desestabilización.

El régimen ha acelerado su programa nuclear y armamentista en los últimos años, y aunque hasta el momento su arsenal no es lo suficientemente fuerte para alcanzar territorio estadounidense, sí es una amenaza para los países cercanos y para las zonas estadounidenses en la región.

A pesar de que el último ensayo balístico del régimen fue fallido, se trató sin duda de una provocación al gobierno estadounidense, pues coincidió con la llegada del vicepresidente Mike Pence a Corea del Sur el pasado fin de semana.

Si se trataba de enviar un mensaje, el mensaje fue recibido.

Entre otros temas, Pence se encuentra en Corea del Sur para analizar las opciones con las cuales responder a la amenaza latente que representa Kim Jong-Un en la región.

China como mediador

Desde hace algunos meses hay una creciente tensión en la región por el programa armamentista de los norcoreanos, cuyos ensayos balísticos han puesto a la defensiva a los gobiernos de Corea del Sur y Japón, principalmente.

Pero el desafío de Kim Jong-Un no solo es contra sus vecinos, sino que va dirigido principalmente a Estados Unidos.

El despliegue de la flota de EU en aguas cercanas a Corea del Norte aumenta la tensión en la región, pues aunque su presencia es una medida preventiva, el régimen de Kim Jong-Un recela de la cercanía del acorazado estadounidense.

La advertencia de Estados Unidos al dirigir a su tercera flota al sudeste asiático parece no disuadir a Corea del Norte, sino que lo vuelve más desafiante.

Es tal la preocupación que genera Kim Jong-Un a Trump y sus aliados, que el presidente estadounidense da señales de dejar atrás –momentáneamente- sus diferencias con Beijing y busca un acercamiento para tratar de abordar el problema.

China, que hasta hace poco se contaba como uno de los pocos “aliados” del régimen de Kim Jong-Un, parece haber entendido que el potencial peligro que representa es altamente perjudicial para sus intereses, además de darle un pretexto a Estados Unidos para fortalecer su posición en Asia, situación que desagrada a los chinos.

Aunque ya estableció algunas medidas, como bloqueos comerciales, no parece probable que China tome acciones directas contra el régimen norcoreano, por lo que su papel podría ser más de conciliador mediando entre las partes.

El conflicto crece en tensión con dos bandos antagonistas encabezados por dos líderes que se han caracterizado por su carácter beligerante y desafiante, y no precisamente por ser conciliadores.

Con capacidad nuclear

El dirigente norcoreano, quien el pasado fin de semana celebró con un desfile militar sus cinco años de ascenso al poder, se erige como el principal enemigo de Trump, incluso potencialmente más peligroso que el Estado Islámico.

Una verdadera amenaza para la paz mundial, así es como ha sido calificado Kim Jong-Un, un líder que parece salido de otra época, al frente del último régimen comunista del mundo, el último vestigio de la doctrina soviética.

Su régimen es el más hermético del mundo, y por eso sorprendió el pasado fin de semana al permitir la entrada al país de la prensa internacional para cubrir la conmemoración del 105 natalicio de su abuelo, el fundador de la dinastía Kim.

El régimen quiso atraer la atención mundial, dando una muestra de músculo y de fortaleza militar, de disciplina férrea y culto a la personalidad.

Kim Jong-Un se convirtió en el líder supremo el 28 de diciembre de 2011 tras la muerte de su padre, y desde entonces la situación de Corea del Norte ha sido uno de los grandes desafíos para la comunidad internacional.

Violaciones a los derechos humanos, ejecuciones sumarias, purgas al interior del régimen y muchas otras noticias llegan a cuentagotas de Pyongyang, la capital del país.

La República Popular Democrática de Corea es uno de los pocos países que tienen capacidad nuclear, y aunque muchos analistas consideran que sería un suicidio el utilizar este arsenal en contra de cualquier otra nación, también afirman que el hecho de tenerla es lo que le ha permitido al régimen prevalecer.

Kim Jong-Un podría haber acelerado el programa nuclear norcoreano con el principal propósito de cuidarse las espaldas, pues quizá, si no contara con él, ya habría caído su régimen.

La política de Donald Trump, quien parece no tendrá la misma paciencia de sus antecesores en el cargo, o de otros líderes internacionales, podría ser un factor que lleve a Kim Jong-Un a hacer un movimiento más agresivo con resultados imprevisibles.

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