Esquizofrenia bilateral

La cuenta de Twitter de la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos (USTR, por sus siglas en inglés) ejemplifica a la perfección el doble discurso y la ambigüedad que ha caracterizado a la administración de Donald Trump en su postura frente a la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

En un primer tweet se cita al titular del USTR, Robert Lighthizer: “Muchos estadounidenses han sido afectados por el cierre de fábricas, la expatriación del empleo y las promesas políticas rotas”.

“Aplaudo el compromiso de la administración para mantener los mercados abiertos, promover la aplicación justa del comercio y más”
Rob PortmanSenador republicano por el estado de Ohio
“La insistencia reiterada sobre este tema de los déficits comerciales (…) sigue siendo preocupante”
Ildefonso GuajardoSecretario de Economía
En las 17 páginas del documento del USTR únicamente se menciona la palabra déficit en dos ocasiones
“Muchos estadounidenses han sido afectados por el cierre de fábricas, la expatriación del empleo y las promesas políticas rotas”
Robert LighthizerRepresentante Comercial de Estados Unidos
“La mejor amiga de los estafadores es la falta de conocimiento”
Jane KingPeriodista estadounidense

La cuenta de Twitter de la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos (USTR, por sus siglas en inglés) ejemplifica a la perfección el doble discurso y la ambigüedad que ha caracterizado a la administración de Donald Trump en su postura frente a la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

En un primer tweet se cita al titular del USTR, Robert Lighthizer: “Muchos estadounidenses han sido afectados por el cierre de fábricas, la expatriación del empleo y las promesas políticas rotas”.

El tono de la declaración se encuentra en línea con la actitud de confrontación del presidente Trump en materia comercial. Apela, también, al objetivo explícito de conseguir una reducción del déficit comercial a partir de la renegociación de un tratado trilateral, con un volumen de intercambio diario de 3.5 mil millones de dólares.

Sin embargo, justo después de esa alusión a Lighthizer aparece un retweet del senador republicano por el estado de Ohio, Rob Portman: “Aplaudo el compromiso de la administración para mantener los mercados abiertos, promover la aplicación justa del comercio y más”.  Portman , quien fue el representante del USTR durante la administración de George W. Bush, ha insistido en que Estados Unidos debe modernizar el TLCAN, no retirarse de él.

 Además, durante su gestión en la cámara baja, votó a favor de la aprobación de los 14 acuerdos de libre comercio que le fueron presentados como congresista.

Postura bipolar

Esta falta de claridad en la definición de la política comercial estadounidense quedó exhibida el lunes en la tarde, en el documento que el USTR envió al Congreso planteando los objetivos específicos de la negociación del TLCAN.

Por un lado, se menciona que la reducción del déficit y la consecución de un acuerdo justo para los trabajadores estadounidenses representa la base sobre la cual se construirá el denominado TLCAN 2.0.

Por otra parte, se establece explícitamente que no se tocarán tarifas, aranceles, cuotas ni cupos para bienes industriales y agrícolas.

En las 17 páginas del documento del USTR únicamente se menciona la palabra déficit en dos ocasiones. Esto contrasta con la mayoría de los objetivos que se establecen, que se encuentran alineados con los preceptos del libre comercio y del status quo del TLCAN.

De hecho, se reproducen los temas que habían sido acordados entre México y Estados Unidos en el marco de la negociación del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés).

Anteriormente, Wilbur Ross, secretario de Comercio de Estados Unidos, había dicho que no veía por qué deberían desecharse estas concesiones obtenidas en negociaciones anteriores, particularmente en materia de comercio digital y propiedad intelectual.

Los objetivos estadounidenses para la renegociación del TLCAN también hacen un fuerte énfasis en presionar a México a mejorar sus estándares; ya sea en materia laboral, con el aumento del salario mínimo; en materia ambiental, con la aplicación de regulaciones homologadas; e incluso en el combate a la corrupción.

Antonio Ortiz Mena, quien fue parte de la delegación mexicana que negoció el TLCAN en 1994, dijo al diario Reforma que el 90 por ciento del contenido del documento del USTR, es algo negociable y constructivo.

Pero, esto no quiere decir que la negociación vaya ser rápida y pueda ser concluida antes de que inicie el proceso electoral mexicano de 2018, tal como lo desean ambas partes.

Los temas delicados

La propuesta del USTR incluye dos temas que podrían ser delicados para México.

Uno, el de las reglas de contenido de origen, que de acuerdo a Gabriel Casillas, economista en jefe de Grupo Financiero Banorte, son poco relevantes dado que el país puede aprovechar la estructura arancelaria de la Organización Mundial de Comercio para mantener el status quo, en un margen competitivo.

Dos, un “mecanismo apropiado” para evitar que la manipulación cambiaria sea utilizada como un instrumento para abaratar las exportaciones de un país.

Tres, la posible eliminación del Capítulo 19 del TLCAN, que establece que México y Canadá pueden desafiar las resoluciones de las cortes estadounidenses para casos de dumping, a través de un mecanismo alternativo de resolución de controversias.

Aunque la Secretaría de Economía de México se ha mostrado cómoda con la publicación de estos lineamientos, la profunda divergencia entre la retórica y la sustancia de la política comercial estadounidense no ha pasado desapercibida. Ildefonso Guajardo, titular de esta dependencia, asegura que la insistencia de Estados Unidos con el tema del déficit es preocupante.

Ésta no es una opinión exclusiva del secretario Guajardo. Prominentes economistas estadounidenses de todo el espectro ideológico, que van desde Martin Feldstein hasta Bradford DeLong, se han cansado de explicar que el déficit comercial de un país no depende de reglas específicas de los acuerdos comerciales signados, sino de la condición macroeconómica estructural, propiamente la del nivel nacional de ahorro.

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