No hay imagen disponible

En la cuerda floja

La debilidad de las economías emergentes representa una de las amenazas más significativas para la frágil recuperación global. A diferencia de la última crisis, que se gestó en Estados Unidos, los países en desarrollo podrían ser el nuevo epicentro de un terremoto económico mundial. 

3.5
por ciento es la tasa de crecimiento anualizada del PIB de los países emergentes en el primer trimestre del año, la menor desde la crisis del 2008.

La debilidad de las economías emergentes representa una de las amenazas más significativas para la frágil recuperación global. A diferencia de la última crisis, que se gestó en Estados Unidos, los países en desarrollo podrían ser el nuevo epicentro de un terremoto económico mundial. 

Los mercados financieros reflejan un deterioro evidente: en el último trimestre, las economías emergentes registraron la peor fuga de capital desde la crisis del 2008. El Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por sus siglas en inglés) reporta que los inversionistas retiraron 40 mil millones de dólares en activos de países en desarrollo.

La desaceleración económica de China, la caída generalizada en el precio de las materias primas y volatilidad financiera generada por la expectativa de alza de tasas de interés en Estados Unidos han mermado las perspectivas económicas de los países emergentes.

Las heridas de la última crisis aún no han cicatrizado, y la recuperación económica global parece no encontrar un rumbo definido ante la falta de un motor que sea capaz de estimular la demanda mundial. Los agresivos programas de política monetaria expansiva de Japón y Europa han sido insuficientes para superar la deflación y el estancamiento.  

Por otra parte, Estados Unidos no logra consolidar su recuperación y actúa con cautela para evitar que su política monetaria genere distorsiones que irrumpan en los mercados externos.

En los años posteriores a la crisis de 2008, las economías emergentes sostuvieron el crecimiento mundial. Ahora, pese a representar más de la mitad del Producto Interno Bruto (PIB) del planeta (medido en términos de paridad de poder de compra), representan un lastre para el dinamismo global. 

La preocupación de una nueva recesión va desde la periferia hacia el centro.

Debacle estructural

Brendan Ahern, director de la firma de inversión Krane Fund Advisors, dijo a la agencia Bloomberg que la debacle emergente puede ser explicada por la combinación de un dólar fuerte, la baja en el precio de las materias primas y la desaceleración del crecimiento de la inversión.

Por otro lado, David Lubin, jefe de economías emergentes en Citigroup, asegura que el crecimiento de estos países en los tiempos de bonanza se basó en tres ejes: exportaciones, gasto público y gasto privado.

El menor ritmo de crecimiento mundial y la caída en el precio de las materias primas han llevado al comercio internacional a presentar el menor nivel desde la crisis de 2008. El sector exportador dejó de ser un motor de impulso para las economías emergentes.

Por otra parte, el lento crecimiento no puede ser estimulado mediante una expansión del gasto público ya que la mayoría de los países emergentes enfrentan una posición fiscal complicada que se ha deteriorado gradualmente. 

En este sentido, México no es el único país que ha emprendido un programa de austeridad. Gran parte de las economías en desarrollo han tomado medidas para evitar rebajas en sus calificaciones crediticias que deriven en mayores costos de deuda.

Finalmente, las perspectivas internas no presentan señales de mejora. En el primer trimestre del año, los países emergentes crecieron a una tasa promedio de 3.5 por ciento, la menor desde la crisis del 2008. Grandes economías como Brasil y Rusia enfrentarán recesiones este año y probablemente lo hagan también en 2016.

Flujos peligrosos

Los países emergentes son particularmente vulnerables a los cambios de dirección en los flujos de capital. Esto se ha vuelto patente en la profunda depreciación que han sufrido la mayoría de las divisas frente al dólar.

El riesgo de la salida de capitales se exacerba si una economía presenta altos niveles de deuda. La mayoría de las crisis emergentes han estado precedidas por períodos de endeudamiento significativo.

En ese sentido, la deuda de las empresas de los países emergentes es vista como la grieta financiera que pudiera originar el derrumbe de la presa. El Fondo Monetario Internacional emitió un reporte en el que advierte que esta deuda pasó de 4 billones de dólares en 2004 a 18 billones de dólares en 2014.

Gabriela Santos, estratega de inversión en JPMorgan Asset Management, dijo que el flujo de capitales hacia los mercados emergentes en los últimos años ha generado una creciente dependencia del financiamiento externo en los mercados de deuda local.

México, a pesar de ser considerado un país con una estabilidad macroeconómica ejemplar, no está exento de riesgo. La deuda pública pasó de un nivel encima de 20 por ciento del PIB en 2008 a casi 40 por ciento del PIB el año pasado. La situación se vuelve más crítica considerando que más de la mitad de los pasivos de México denominados en pesos están en manos de inversionistas extranjeros.

Te puede interesar