Diez años después

El 9 de agosto del 2007 fue “el día que el mundo cambió para siempre”.  Así lo entendió Adam Applegarth, el entonces director del banco británico Northern Rock, y así lo entiende el mundo una década después.

A 10 años del inicio de la Gran Recesión, las cicatrices de la mayor crisis económica desde la década de los 30 permanecen visibles. Para algunos, como el expresidente de la Reserva Federal de Minnesota, Narayana Kocherlakota, las secuelas podrían ser permanentes.

15%
Es la magnitud de la brecha entre la trayectoria proyectada del PIB estadounidense antes de la crisis y el PIB registrado después de 2007
“Veo poca evidencia de que las autoridades de política económica hayan aprendido la lección de la última década. Espero que esta situación cambie antes de que la siguiente recesión ocurra”
Narayana KocherlakotaExpresidente de la Reserva Federal de Minnesota
“Diez años después, es posible decir que, en alguna manera, la crisis financiera del 2007 al 2009 generó un daño económico mayor al de la década de los treintas”
De acuerdo a un reporte de Citi, los mercados se han vuelto cada vez más dependientes de las políticas expansivas de los bancos centrales para mantenerse estables
La reacción inicial de los bancos centrales ante la crisis fue el de rebajar su tasa de interés de referencia a niveles cercanos a cero. El segundo paso fue implementar una agresiva política de compra de activos
“Sin desarrollo económico, cualquier potencial para la apertura política y la libertad será cuestionable”
José María AznarPolítico español

El 9 de agosto del 2007 fue “el día que el mundo cambió para siempre”.  Así lo entendió Adam Applegarth, el entonces director del banco británico Northern Rock, y así lo entiende el mundo una década después.

A 10 años del inicio de la Gran Recesión, las cicatrices de la mayor crisis económica desde la década de los 30 permanecen visibles. Para algunos, como el expresidente de la Reserva Federal de Minnesota, Narayana Kocherlakota, las secuelas podrían ser permanentes.

La dinámica de la economía global ha cambiado radicalmente. Los economistas aún debaten si el bajo crecimiento global se debe a un fenómeno estructural de “estancamiento secular”, las tasas de interés de referencia de los principales bancos centrales están en niveles cercanos a mínimos históricos, además de que la estabilidad de los mercados financieros está fuertemente ligada a una política monetaria heterodoxa sin precedentes.

Estados Unidos, el epicentro de la crisis, revela que la recuperación tiene dos facetas: la económica y la financiera. De acuerdo a Kocherlakota, el ingreso de una familia estadounidense promedio (ajustado a la inflación) ha caído 2 por ciento en relación a su nivel de 2007. Asimismo, el producto interno bruto per cápita de ese país apenas ha crecido 6 por ciento desde entonces, cuando la tendencia de largo plazo para un periodo similar implicaría un crecimiento de alrededor del 20 por ciento.

En cambio, el índice accionario Dow Jones tardó sólo cinco años en recuperar el terreno perdido. Actualmente cotiza en un nivel superior a los 22 mil puntos, un máximo histórico.

El S&P 500, el índice que reúne las acciones de las 500 empresas más importantes de Estados Unidos, ha crecido más de 270 por ciento desde el 2009, lo que equivale a un incremento de 3.5 billones de dólares en su valor de capitalización de mercado.

Nuevas reglas del juego

Las reglas del juego son otras. Matt King, estratega de crédito global en Citi, resume esta sensación en un reporte para clientes titulado “Celebrando como si fuera el 2007”. La tesis central del documento es que los mercados son cada vez más dependientes de las políticas expansivas de los bancos centrales para mantenerse estables.

Economistas de la talla de Nouriel Roubini e inversionistas como Bill Gross, fundador de PIMCO, han advertido sobre las distorsiones que significan estas políticas para la dinámica del mercado.

El riesgo tiene dos caras. Uno, el del status quo, en el que los bancos centrales no tendrán las herramientas suficientes para reaccionar a otra recesión si permanecen las condiciones de tasas de interés cercanas a cero. Otro, el del efecto que pudiera tener el retiro de este apoyo artificial, como lo llama Gross; particularmente en el mercado bursátil.

Frente al estallido de la crisis y frente a los obstáculos legislativos inherentes a un cambio en la política fiscal, la política monetaria asumió un papel preponderante en la recuperación. Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional, utiliza la analogía de que “durante mucho tiempo, sólo ha existido un equipo en la ciudad”.

La reacción inicial de los bancos centrales ante  la crisis fue el de rebajar su tasa de interés de referencia a niveles cercanos a cero. El segundo paso fue implementar una agresiva política de compra de activos. Entre el 2007 y el 2017, la hoja de balance de la Reserva Federal se multiplicó por cinco. Ahora, el banco central estadounidense se enfrenta a la titánica tarea de desmantelar un andamiaje de 4.5 billones de dólares en activos.

Esta política se convirtió en el eje rector de la narrativa de los mercados financieros, con efectos particularmente adversos para los mercados emergentes durante los puntos de inflexión del discurso de los bancos centrales.

Es en este contexto en el que el consenso de analistas prevé que, si bien es poco probable que se repita una crisis de la magnitud de la Gran Recesión, es posible que emerja una crisis atípica derivada de la frágil posición económica que legó el colapso que inició en el 2007.

Un estudio del Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés) explica que la política monetaria de la última década pone de relieve una tendencia en la que se recortaron los tipos de interés de una manera agresiva en periodos recesivos, pero que no se corrigió esta posición en periodos expansivos. El resultado de esta asimetría es un aumento sustancial en el nivel de deuda del grueso de las grandes economías, así como en el mantenimiento de niveles cercanos a cero de los tipos de interés.Esta posición, entendida como el costo  que pagó la economía global para salir a flote de la Gran Recesión,  está a punto de probar su capacidad de resiliencia. Un grupo significativo de miembros de la Reserva Federal han dicho que esperan iniciar el proceso de desmantelamiento de la hoja de balance en septiembre.

Efectos permanentes

Sin embargo, para el Instituto Roosevelt, un centro de investigación de corte progresista, el costo de la política monetaria heterodoxa tiene implicaciones más profundas. En un reporte publicado a finales de julio, se refiere que la economía está lejos de alcanzar un estado óptimo de recuperación. Lo que es peor, se advierte que probablemente ésta jamás pueda ser alcanzada a cabalidad. El estudio concluye que, por primera vez en la historia moderna de EU, la tendencia de largo plazo del PIB real per cápita post 2007 se encuentra por debajo de su tendencia histórica. La baja estructural en el crecimiento de la productividad laboral (clave para el crecimiento económico y salarial) se ha traducido en un fenómeno sin precedentes: el PIB se encuentra en un nivel 15 por ciento menor al de la trayectoria histórica previa al 2007, y la brecha sigue creciendo.

En resumen, la crisis de 2007, inaugurada cuando el banco BNP Paribas suspendió el financiamiento de dos fondos de inversión con una fuerte exposición a activos respaldados por hipotecas, ha tenido efectos que parecen ser permanentes: una menor producción y un menor ingreso potencial.

Así lo refleja la economía estadounidense y así lo refleja el marcado deterioro del cuadro macroeconómico de México en el periodo posterior a la crisis.

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